29 de octubre de 2009

Hilos



             Y sí, sigo creyendo que desde la oscuridad se comprende mucho mejor a la noche. 

 

            Ese tarareo que proviene de un incierto lugar, se mezcla con el incienso que desprende exóticas figuras en un humo que asciende lentamente, podría decirse que con pereza hasta desaparecer esfumándose.

 

            Es esa sensación de nuevo. Ladeando la cabeza al principio, luego torciendo el cuello hacia atrás. Siempre con los ojos cerrados. Sientes que las nubes de tu mente huelen a un aroma viejo, sacrosanto, dulzón y amargo a la vez. El cansancio es la mano que mece el ambiente, y esa punzada en la espalda te devuelve a la poca realidad que te queda.

 

            La música está ahí: nunca se fue.

 

            Por algún extraño motivo, comienzas a concebir nuevas ideas, acerca del autosacrificio… acerca de la libertad y de la condición de los actos. ¿Qué condiciona a qué? ¿Quién te condiciona? Como si miles, infinitos de hilos de seda, finos y tan poderosos cuando se unen, rodearan tu cuerpo, impidiéndote moverte pero cediendo espacio justo en el lugar en el que deberías hacer lo que vas a hacer. ¿En el que deberías?


           Sabes que esos hilos son necesarios, hasta el punto de llegar a amar a los que siempre están contra tu piel, no cortando tu circulación, pero sí rozándote con esa inusitada suavidad... llegando a ser un deseo y una repulsión tan contradictoria...  


Gentilmente, con palabras que parecen caricias, comprendes que sientes que tú no eres tú. Nadie es uno mismo y nada más. Todos tenemos algún vínculo con otras personas. Algo que nos une a ellos, y por eso precisamente la vida nos acerca un poco más a nosotros sentimientos como diversión, o dolor… o cariño.



27 de octubre de 2009

Camino



Step by step…

 

Es así, paso a paso, como te percatas de que atrás vas dejando algo; algunas veces, importante.

 

Puedes volver la vista atrás, pero sabes que sigues sin poder cambiar con tu mirada las cosas. Sabes que aquello que ahora es lo que ahora es, simplemente es porque tu dedo meñique lo rozó. Cuán insignificante… ¿cierto? Hasta el más pequeño batido de alas de una mariposa puede tornarse huracán, y es que nuestro querido Lee Woo-jin bien decía:

 

Tanto un grano de arena como una piedra, en el agua se hunden por igual”.

 

Camino sobre alambre de espinos, sobre lecho de plumas, bajo fina lluvia, sobre ardiente arena… La piel se endurece y al final, llega lo inevitable: la insensibilidad. Y es cuando crees que ya ningún clavo perforará tus callos, notas el pinchazo de una hoja seca, que se desmenuza bajo tus pies y cuarteada, amenaza con herirte con endeble filo.

 

Entonces levantas el pie, aturdido, y miras con extrañeza aquello que pisaste.

 

¿Sigue siendo una hoja entonces, un simple foliolo de aquel árbol de hoja caduca que se viste de rojo y dorado por esta estación?

 

Sí, lo sigue siendo… Esta vez no fue una ilusión…

 

Quizás ese camino ilusorio, siempre hubiera estado ahí, hoy con más malas hierbas que ayer, pero al fin y al cabo, ahí.



24 de octubre de 2009

Mar de Fango



          Pisadas lentas, huellas profundas. Los músculos se tensan y el rostro expresa esa sensación tan nítida de un sobreesfuerzo, de una actitud que no puede durar por siempre. 

 

            ¿Y dónde quedó el agua cristalina?

 

            Ni las penas ni los años pueden llegar a pesar tanto, nunca así. Es más bien como si te movieras en un mar de fango, un mar que te llega por las rodillas e impide que corras o intentes moverte más rápido. Tal es la densidad, que en cualquier momento parece que fuera a tragarte, a engullirte en una húmeda oscuridad indeseada.

 

            ¿Resistencia? ¿Cuánto se puede resistir? Es la congoja lo que frena el paso otrora decidido. Y el cansancio merma inevitablemente al ánimo, a las ganas y a las fuerzas existentes.

 

            No es fácil, ni sencillo. Nadie dijo que fuera a serlo y no obstante, aún te sorprende y te aplasta más y más. Te sientes mancillado. El sudor que te recorre la columna, concentrado en esa diminuta gota que desciende furtiva bajo la ropa, es más fría que cualquier carámbano, que cualquier invierno alpino. El escalofrío que le sucede simplemente es una mota más en la distorsión de una realidad que antes podía brillar nívea.

 

            Ahora todo desemboca en barro, en cieno, en fango y más fango. Pronto pierdes un zapato, y eres consciente de que no lo vas a recuperar.

 

            Y se avecina una tormenta, y esa voz te lo repite, y por fin lo entiendes:

 

            Sólo existe lo inevitable”.

 

            Y si el corazón sigue latiendo, es porque el sufrimiento es necesario, y porque necesitas respirar para sentirlo, porque precisas de vivir hasta ese Entonces, por y para el Destino y sus malas artes.



13 de octubre de 2009

Pesadilla



¿Desbordar de alegría por la eternidad? Suena peligroso… Nunca algo bueno es cedido sin nada malo a cambio. Así como el sueño de una noche de verano en la que las sábanas pesan y el aire te aplasta bajo una mano implacable. ¿Te estremeces entre sudores en el revuelto sueño?

 

Como una mosca buscando el amor desesperadamente te puedo ver en sueños en el sueño de un sueño, si pienso en ti, ¿y qué es eso si no una pesadilla…?

 

Jamás un buenas noches, meloso y pronunciado por labios amados, puede ser tan amargo, y no en vano en una pesadilla ocurren cosas tan reales como el dolor o el sufrimiento. La misma vida, ¿y qué? El galopante caballo te lleva consigo, a precipitado galope, con crines agitadas, envuelto de una fría oscuridad y vacío de templanza.

 

Y sabemos, que es necesario.

 

Honramos a los sueños, ¿qué es de su antagonista? ¿No hay tributo a la pesadilla? Los párpados se cierran con violencia y temblores, la congoja se aferra a esa razón durmiente, pero cuando despiertas, eres plenamente consciente de lo que ha sucedido, y tienes algo claro: no te ha gustado. El dolor nos repugna… El ser humano, por naturaleza, rechaza el sufrimiento, y cuando las fichas están en su lugar correspondiente, es el que más sufrimiento merece no obstante. Pequeñas dosis de realidad en un sueño, eso es la pesadilla.

 

El amor puede acelerar el corazón sin mover un músculo, pero, ¿acaso no es emocionante pensar que algo tan simple e infravalorado eleve a tan altas tasas la agitación y el temple, descomponiendo y desgajando pedazo a pedazo la entereza, firmeza y placidez? Quizás emocionante no sea la palabra apropiada: quizás no exista tal palabra porque el hombre nunca ha querido crearla, o al menos, dotarla de valores fónicos y de un lugar en la composición alfabética. Pero está ahí, en algún rincón de esa mente tan oscura y repleta de banalidades, de escoria…

 

Y lo único que nos queda es la ausencia de sabor salado, pues quien duerme y llora, no prueba el sabor de las lágrimas, concediéndoselo íntimamente a su almohada…  


12 de octubre de 2009

Ira


Ruido, solamente, simplemente. Ruido.

 

Porque al final, a base de inquebrantables golpes por fin entiendes que muchas cosas se reducen a eso. Y el ruido, desemboca en algo más, en el instinto más primitivo e irracional por el que se rigen los hombres: la ira.

 

Bien hacen en llamarlo pecado capital, no es un título ganado sin motivo, desde luego. Hey, ¿no lo oyes? Allá, en el fondo de algo que desconoces, una masa amorfa cohabita con esa razón a veces tan mermada en algunos –y sigo pensando que debería existir una acepción de idiotas para cada uno de ellos-, y esa masa toma forma ante el más pequeño estímulo. Así somos, así nos aferramos a lo mundano. 

 

Iracundo, las palabras toman otro sentido, no carente de significado, pero sí cargado de alfileres de oro, que sin duda cosería la lengua de muchos. Y es que los bozales ya no están de moda…

 

Las cacofonías se suceden… Oh, no, desde luego que no somos todos iguales. Existen los inferiores, Dios sabe que existen, y me castiga rodeándome de ellos.

 

Tan sencillo como respirar, el odio aflora por cada poro, supurando ese aroma de violencia contenido que impide la eugenesia en esta nuestra sociedad corrupta. Hay quien tacha la ira de enfermedad: llamadme enfermo entonces. 

 

Pensar que en tu bolsillo se esconde una navaja, tan limpia y refulgente, y que sabes que aquella señora complacida está dos asientos delante de ti, rebosante de ignorancia de lo cerca que podría estar su final, no hace sino que te retuerzas en fútiles estertores de contención y represión. Ineptos. Y no obstante, prosiguen con su jerga berreante y frívola que parece no tener más finalidad que la de la autocondena.  

 

¿Civismo? ¿Perdón, oí bien? Recuerdo haber limpiado de cera mis oídos cuando me levanté esta mañana. Nadie, recalco, NADIE, tiene suficiente saliva como para reclamarme algo así.

 

Oh, sí… cuando la sangre salpique, y todo se torne en gritos, rojo y agonía, entonces sabrán que realmente un peldaño del tamaño de un rascacielos nos separa, que el infierno es demasiado pequeño para correr o esconderse…

9 de octubre de 2009

Lienzo de cenizas


Es al final de nuestro día cuando el tumulto se asienta y el orden destaca. Un estanque turbio, derivado de una tormenta, porta inherentes fragmentos de las que, ¿realmente importan?

 

Un lienzo en blanco es motivo de inspiración, pero también desasosiego. Intentar promover pinceladas fatales, de colores aún difusos y para figuras no definidas, es algo precipitado, insensato, desagradable cuando esa mancha negra se hace más y más grande y el primigenio e idílico paisaje, solo en el pensamiento concebido, arde por premuras convirtiendo el verde en triste ceniza.

 

Es por eso, que cuando finalmente cierras los ojos, porque realmente los párpados te pesan infinitamente, es entonces cuando puedes pensar, reflexionar, sonreír o llorar, o bien limitarte a escribir una línea liberadora, resumen del trasegado día, porque eso que escondes, y que duele, y que sabes que está vedado, muy dentro de ti sabes que quema y te consume, hasta que finalmente acabes como ese verde original.

 

Cenizas al final de nuestro día.


                         


1 de octubre de 2009

Sueño



Amor, odio, furia… sentimientos al fin y al cabo, la parte más humana de las cosas: mi parte más humana. ¿Podría llegar a desprenderme de ella?

 

El sueño también es algo humano. ¿Puede un Dios tener sueño? Quizás esas bestias, como quimeras o esfinges, ¿pueden tener sueño quizás? Esa sensación pesada, como una cuerda entorno a la existencia, en lo alto del más alto campanario, y que algo tira de ella, hacia el vacío, hacia un vacío placentero y probablemente irreal.

 

¿Qué son los sueños?

 

El reflejo de este mundo no es más que un sueño, siendo sólo el sueño nocturno la realidad...

 

Hermoso, ¿no creéis? Susurrar frases de amor, un beso furtivo, estar sentado esperando un amanecer, un lamento que te arrastra… En un sueño puedes morir y no morir, tiene todos y cada uno de los privilegios que existen, todos y cada uno de los que tú y sólo tú quieres que rijan ese tu mundo.

 

Suaves sorbos, de un té dulce, de un néctar meloso. Los párpados caen, y esos segundos párpados se abren a la otra luz, o quizás a la otra oscuridad, mucho más oscura y solitaria de lo que algunos piensan. Es en esos momentos cuando sé que no quiero perder mi humanidad, tal vez lo que queda de ella.

 

Hay algo más allá de los cinco sentidos, algo más allá que incluso de ese huidizo Sexto que pretende erguir una total farsa ante los ojos del dogmático. Algo más… 

 

Una vida sin sueños no es una vida. Esos sueños no deben ser planes, ni metas, ni algo que hace que tiembles de impotencia, no… Aquí, como en la música y en la literatura, la espontaneidad, la improvisación, es lo apropiado. Si unos pareados deben ser escritos, no se debe buscar las palabras, sino el sueño de esas palabras, esa exhalación que está hundida, allá en el pecho del soñador, y hacerla surgir por mero sentimiento en un proceso en el que la mente está totalmente apagada, apartando cualquier mota de racionalidad… ¿Quién dijo que el hombre fuera racional? La Bestia es algo hermoso, cautivador, vital, salvaje y dador de emociones…

 

Lo físico se une al sueño: un frufrú, aquel perfume a jabón, una suavidad olvidada, oscuridad y el sabor de algo que comienza a arraigar en tu corazón para marchitarse con el primer rayo de sol…

 

Que descanses…