31 de diciembre de 2009

PS: No lo olvides




          Esperar a otro día. Tachar casillas en un calendario anodinamente, apretando fuertemente con el rotulador, como si un simple trazo no bastara: y es que cada vez es más complicado que las cosas salgan como quieres a la primera. 

 

            Ahora, cuando señalas con tu dedo, sonríes satisfactoriamente pensando que tres dedos te señalan a ti. Entonces bajas la mano y mantienes expresión de tu rostro: totalmente indescriptible pero que en el fondo de tu ser, sabes cuál es.

 

            ¿Realmente piensas que ha sido en vano? ¿Qué lo efímero queda en eso y que las cenizas en las que la madera quemada queda convertida se limitan a iniciar un vuelo eterno para desaparecer?

 

            Puedo contarte un cuento, tantas veces como lo creas necesario. Puedo relatarte una aventura, una historia de amor, una desgracia e incluso algo que nunca existió. Y no obstante, creerlo o no creerlo depende de ti. Coger la fábula convertida en enseñanza y aplicarla en tu vida carece de todo sentido, menos de aquel que tú, desde tu generosidad y desprendidamente, has decidido atribuirle.

 

            Todo pasa y todo queda”, citando a Antonio Machado en sus Cantares.

 

            Y al final, he decidido que ese es el balance.

 

            PS: No lo olvides, por mí. No me olvides.


26 de diciembre de 2009

Propósitos




              Llega a su término el año gregoriano, y todos comienzan con sus propósitos, propósitos que muchas veces no llegan a ninguna parte y sólo se quedan eso: en propósitos. Si el año llegó a su término era porque esa debía ser su finalidad. ¿Por qué no extrapolarlo? 

 

              Aptitud. Yo he decidido comenzar a conocerme, y en parte, lo compartiré con vosotros. Por el momento, sé que me gusta acariciar gatos hasta el punto que ronroneen, madrugar y deleitarme en el silencio de las horas intempestivas, que adoro ir con bata blanca, las plumas estilográficas e ir por la sombra en verano.

 

              He aprendido que la empatía no se aprende, y que tener pulso es importante cuando juegas con bacterias; que prefiero las almohadas duras y que la comida con poco aceite sabe mejor. Que sonreír soluciona muchas cosas y es mejor escuchar que hablar.

 

              No deja de gustarme el incienso de sándalo ni la ropa de color negro. Que los collares de plata son los más bonitos, que el aroma de las sábanas la noche del día en que las lavaste es inigualable y que la sandía está riquísima en verano.

 

              Me gusta pensar en lo inevitable, en esas palabras que lees y no olvidas y en esos momentos en los que no tuviste una cámara a mano pues serán solo para ti en todos los sentidos, en aprender y en analizar: fría y pausadamente.

 

            Que la mejor parte del flan es la que toca el carameloy que mi bebida favorita es el té. Que los cordones de terciopelo rojo son geniales y que me encanta no llevar nunca el reloj conmigo para así preguntar al incauto.

 

        Recapacitar sobre cosas intrascendentales es divertido, así como desquiciar a la gente fácilmente desquiciable. Descubrir que me chifla ver a las mujeres con falda.

 

           Dexter, Oldboy y las series cursis, además de muchas otras, claro. Que lamento no tener más tiempo para leer.   

 

              Adoro el doble sentido, las palabras detrás de las palabras, y sobre todo, me enamoran las amapolas

 



              Pero tranquilos, este año, no dejaré de odiar, se me da demasiado bien como para dejarlo… 

14 de diciembre de 2009

Palidecer

Palidecer, temblar, parecer asustado.

 

Creer que puedes albergar agua infinitamente entre tus manos desnudas.

 

No creer en el destino. Creer en lo inevitable.

 

Esa sensación, insólita y etérea, que aplaca cada uno de tus huesos como si te azotara con un mazo un ente invisible y poderoso, mucho más de lo que piensas. Que te hace trizas, que te machaca de forma que aunque lo intentes, no podrás evitar sentir el dolor.

 

Porque cuando comienzas a respirar con tranquilidad, siempre una mano aparecerá en tu hombro para sorprenderte en tu descuido y comenzar a palidecer 

 

Harry tenía razón.


12 de diciembre de 2009

Portrait



 

            Llegará el día en el que el cielo esté lleno de aviones de papel, tantos que la luz del sol se verá bajo un tapiz multicolor: magenta, cian, amarillo… Y cuando comiencen a caer las primeras gotas de una lluvia sonreiremos porque nos sentiremos secos y a salvo. Cuando esas gotas crezcan y el diluvio comience de verdad, entonces el papel mojado comenzará a ceder y no será el agua el porqué de sucumbir. 

 

            Porque al Sol le gusta que la Luna se refleje en el mar cada noche, para así poder evaporar cada mañana ese reflejo para olerlo, allá en lo alto. Y ese es su modo de ser feliz.

 

            Corónate con laurel y vístete con toga. Que te aplaudan y adoren, pero sé consciente que tus enemigos aumentarán.

 

            Gira la cabeza y haz crujir tu cuello. Luego los dedos, luego tu espalda… Que el corazón te lata deprisa. Bosteza y quédate dormido.

 

            Decide que cada mañana evitarás escuchar el estruendo de una campana que te despierte de forma violenta. A toda costa y a cualquier precio.

 

            Admite que los nombres son importantes, y nominar significa hacer que cada cosa sea lo que es, por ella misma y por su propia esencia. Que no son palabras, que es algo que nadie te podrá quitar nunca y no se lo llevará el viento.

 

            Sonríe. Aunque tu alma se rompa. Sonríe.

 

            El cuadro de una realidad se puede presentar de muchas maneras, y todo depende de la foto que has elegido poner tras el cristal.  



9 de diciembre de 2009

Poder y Perdición


          Hoy, más que nunca, necesito de dos de tus sentidos. Tan sencillo como escuchar y seguir leyendo… 

 

 

            ¿Lo oyes? Claro que sí. Es un diálogo mudo, que de tan mudo que es ensordece.

 

            Porque todo comienza con un murmullo, y la compostura tarda demasiado en descomponerse. Y los juegos de palabras ya no son suficientes. Y decidiste que seguirías sonriendo, y que no habría más enfados.

 

            Y así ha sido.

 

            Pero ¿sabes, cariño?; al igual que estas flores que hablan sobre cosas tan banales y frívolas, tales como la amistad o la confidencialidad, nosotros hablamos de clavos ardientes que perforan y queman la carne.

            Está claro que seguirán volando puñales desde manos invisibles, y que las trampas estarán a cada vuelta de la esquina. Pero no cambiaremos.

 

            Sigue llorando, por favor no te detengas por mí. Quéjate, escupe, patalea y vuelve a llorar: pero nunca te vuelvas atrás. Tú decides. Yo decido. Y ahí acabamos de conjugar el verbo.

 

            Poder y perdición. Uno lleva a lo otro en demasiadas ocasiones, pero nunca te olvides de la suerte y de que un gato no cae de pie eternamente.

 

            He aprendido que el dedo puede ahondar en la llaga infinitamente.  

 


7 de diciembre de 2009

Pendiente (abajo)




            Llovía. 

 

            Decidí que era hora de tomar un paseo.

 

            Decidí no coger el paraguas, así que me cubrí con la capucha del impermeable hasta la nariz, lo suficiente como para ver mis pasos sobre un terreno resbaladizo en el que cada farola encontraba su reflejo.

 

            Decidí que tomaría una pendiente: primero hacia arriba; luego, hacia abajo.

 

            Por un momento, me detuve y pude escuchar como cada gota ligera, azotaba mi cabeza golpeando el plástico con violencia en sordo sonido. También las hojas murmuraban. Así como quien no quiere la cosa, me di cuenta que no había cogido mi mp4, pero no había silencio: la lluvia nunca trae silencio. En absoluto me molestó, el suelo comenzaba a oler a Actinomycetes sp.*

 

            Bajo la capucha, también decidí que miraría un rato más: primero, a las hojas del suelo, reluciendo a pesar de que temblaban a cada impacto. Luego, elevando la cabeza, gota a gota a trasluz caer, cerca de mi cara. Hoy la luz de las farolas es especialmente amarilla.

 

            Decidí que era el momento de regresar, cuesta abajo, dejándose llevar, pero no obstante, algo me hizo detenerme: tropecé.

 

            Resbalando, algo totalmente imprevisto, mi cabeza fue a dar contra el suelo, precedida por mi espalda.

 

            Y no me moví.

 

            Durante unos segundos, largos como eones, me quedé ahí. Estúpidamente, patéticamente, mojando mis mejillas y con la mente en blanco. No pasaron coches, las farolas tampoco se apagaron: no ocurrió absolutamente nada. Simplemente, continuó lloviendo.

 

            Entonces, decidí levantarme, y seguir caminando…

 


*Actinomycetes sp. es un organismo microscópico del suelo que cuando aflora (debido a la humedad) aporta ese característico olor a lluvia y tierra mojada. 

5 de diciembre de 2009

Penitencia



          Ten cuidado con lo que dices, ten cuidado con lo que deseas. Te confesaré, confidencialmente, que adoro los juegos. Y ante todo, los juegos peligrosos.  

 

            Citando a Lee Geum-ja (Sympathy for Lady Vengeance):

 

"Listen carefully. Everyone make mistakes. But if you committed a sin, you have to make an atonement for that sin. Atonement, do you know what that means? Big atonement for big sins. Small atonement for small sins".

 

¿Quién impone la penitencia? Siempre, y reitero, siempre, es necesaria una mano ejecutora: la que hunde el filo en la carne, la que te acariciará el pelo cuando te hundas en un hombro e incluso la mano que te abofeteará la cara ante la impertinencia, o bien ante la estupidez.

 

La penitencia se puede llevar de muchos modos, algunas veces, incluso desde la ignorancia. Pero no te atormentes –jamás me cansaré de decírtelo-, tan solo camina… Sé que es difícil creer en algo que no se ve, que nunca termina las frases, o que oculta más de lo que  muestra; pero tampoco es fácil para él, no tienes ni idea de lo complicado que es…

 

Es onírico, suave… como si un pulso divino lo hubiera trazado milimétricamente de forma incomprensible; pero el perdón se manifiesta de muchas maneras, y aún así nunca podrás convencerte a ti mismo de que ha llegado.

 

 

 

Tanto le gustaría que hubiese llovido…  

2 de diciembre de 2009

Pacíficamente




¿Cuándo descubrimos aquello que es irrelevante? Amargamente podemos trazar una sonrisa, ligera y tenue, hundida en arrugas… pero eso nunca nos responderá siquiera frívolamente el porqué de las cosas.

 

            Al compás sosegado de una letanía puedes seguir intentando coger el humo con las manos, y nunca darte por vencido. ¿Y qué has podido cambiar en todo esto? ¿Qué has podido cambiar en ti mismo? Deja de sonreír… Estamos hartos de sonreír, hartos. El estanque está turbio por esa cascada de recuerdos que da contra él acompañada de bullicio y estruendo. 

 

            ¿Susurraste alguna vez promesas al oído mientras apretabas esa mano, cálida, entre las tuyas? Sé que no lo puedes evitar, pero no lo lamentes: en el mundo en el que deseas poner tus pies no existe la lamentación.

 

            Y ya no importa, tranquilo. Será sereno. Sigue respirando, hasta que yo mismo te lo indique. No habrá dolor, o al menos, no lo sentirás. Todo está bien… Todo está bien… En cualquier mañana de domingo, familiar y sin prisa alguna, notarás lo rápido que asciende el sol a su más alto cénit. Y  cuando sus rayos no estén tibios será cuando me reconocerás que tenía razón, que siempre la tuve. 

 

            Hasta la última hoja cae del árbol cuando el otoño se despide.