26 de junio de 2010

Siguiendo el Código



Irrefrenablemente tu mente viaja en ese bucle que nunca cesa. El impulso que te doblegaba ha estado a punto de hacerte sucumbir, pero has recordado el Código.


Ese Pasajero Oscuro tendrá que esperar un poco más.


24 de junio de 2010

Sonríes



Te fundes con tu reflejo en ese espejo de oscuridad, y te turba el no verte. El comprender que tus ojos iridiscentes son un río de un día lluvioso que no ha querido esperar hasta el otoño.


Te conmueves, infinitamente, a cada palabra que escuchas y logras introducir en ese rompecabezas que llevas años fabricando, un puzle que sabes que nunca llegará a encajar del todo.


Definitivamente, te tornas gentil cuando encarnas sobre el escenario aquello con lo que siempre soñaste ser, eso que acusabas de irreal y ficticio. El hada que muere cuando dejan de creer en ella y el niño que ríe por primera vez.


Y aún así sonríes, preciosa mía.


Cuando lo encontraste, no sabías que era tu Nunca Jamás.


19 de junio de 2010

Siempre


No te redimas, pues hay pecados que merece la pena no confesar; y el porqué de esto es sencillamente porque los repetirás una vez detrás de otra: siempre.


No es culpa tuya, lo sé. Lo saben todos, hasta ese Dios al que rezas. Y aunque pudiera, ni yo te condenaría por ello.


Eres el mejor a nivel protocolario, tu comportamiento se puede clasificar por pautas, una a una dependiendo del momento, persona o situación. Vistes trajes de espejos, para que el sol deslumbre a los que te miran, para verte reflejado en una miríada de luz desperdigada a cada paso de tu camino de baldosas amarillas.


Urracas y cuervos te reclaman: brillas. Te rodeas de los que son como tú. Pero olvidas que esa no es la piel con la que naciste, sólo la que llevas años usando.


Insistes con tu orden sobre toda forma de entropía, sin darte cuenta de que con él tan sólo provocas una entropía mayor, un campo de desolación, un prado de amapolas marchitas…


Pero te observan… ¿Así lo querías, no?


Maravilloso o no, tus hechizos engañan a muchos, hasta un punto en el que se te puede llamar maestro del subterfugio, Rey de las Mil Caras.


Confundes la palabra, Tu Palabra, con la ley. Una Constitución erguida de forma inquebrantable, sin réplica posible, sin grietas… aparentemente.


Sé que siempre es una palabra peligrosa, pero admite que te gusta el riesgo… porque esta vez has dado a jugar con gente que rompe espejos.


Yo, me arriesgaré a llamarte tópico, incluso predecible.



18 de junio de 2010

Sin nombre

A veces me planteo seriamente esas cuestiones de reciprocidad que parece ser muchos dibujan como una flecha de una sola dirección. Es más, seré gráfico:


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Bien, sabemos que el ser humano, incluyéndome dentro del colectivo, no se caracteriza precisamente por ser despierto (al menos en este maravilloso país), pero realmente me apasionan los ejemplares en los que existe un elevado trecho en esa peculiar toma de decisiones que ejercen respecto a las que supuestamente dicta una falsa ética escrita a escupitajos en días de viento.


Y yo me pregunto: ¿quién quiere normas cuando ante la ignorancia se puede emplear la imaginación?


Obviamente el concepto norma no es extrapolable a todos los casos, y por supuesto puede inducir a la ambigüedad, por eso he decidido no ponerle nombre. También en parte porque ni siquiera lo merece, y eso queridos lectores, es algo grave.


Llega un punto en que, y estoy convencido que esto lo entenderá quien lo tenga que entender, se pasa de un punto elástico a uno plástico. No es una física de los materiales muy compleja, pero basta decir que es un paso irrevertible.


Esa entidad denominada Yo, a la cual habitualmente me refiero de forma un tanto retorcida, cada día me sorprende más.


Gracias, a quien las merece. Y que os jodan a los demás.


15 de junio de 2010

Stella Splendens

Sequitur alia cantilena ad trepudium rotundum:

Stella splendens in monte ut solis radium miraculis serrato exaudi populum.


Concurrunt universi gaudentes populi

divites et egeni grandes et parvuli

ipsum ingrediuntur ut cernunt oculi

et inde revertuntur gracijis repleti.


Principes et magnates extirpe regia

saeculi potestates obtenta venia

peccaminum proclamant tundentes pectora

poplite flexo clamant hic: Ave Maria.


Prelati et barones comites incliti

religiosi omnes atque presbyteri

milites mercatores cives marinari

burgenses piscatores praemiantur ibi.


Rustici aratores nec non notarii

advocati scultores cuncti ligni

fabri sartores et sutores nec non lanifici

artifices et omnes gratulantur ibi.


Reginae comitissae illustres dominae

potentes et ancillae juvenes parvulae

virgines et antiquae pariter viduae

conscendunt et hunc montem et religiosae.


Coetus hic aggregantur hic ut exhibeant

vota regratiantur ut ipsa et reddant

aulam istam ditantes hoc cuncti videant

jocalibus ornantes soluti redeant.


Cuncti ergo precantes sexus utriusque

mentes nostras mundantes oremus devote

virginem gloriosam matrem clementiae

in coelis gratiosam sentiamus vere.



Hoy no tenía ganas de escribir, y no obstante, quería compartir con vosotros esta obra del Llibre Vermell de Monsterrat.

Junto a las palabras, hay música, y he de admitir que cuando te sientes rodeado de ese mar de notas trémulas, reverberando entre elevados muros y sobre un marmóreo suelo, puedes comprender cuál es esa estrella.


~Stella Splendens~

12 de junio de 2010

Susurros


Como ese fantasma que habita en las ventanas que no están del todo cerradas, y que en días ventosos hace que los susurros se esparzan con violencia por doquier.


El silencio sucumbe a una deflagración consustancial, se consume y desaparece como la vela sometida a la oquedad de una campana de cobre. Temblores, vibrantes y estentóreos, recorren tu espalda disonantes y cacofónicos, ininteligibles para el oído racional.


Se encuentran, unos a otros, en la inmensidad de tu infinito espacio de dos metros cuadrados, tierra protegida de suspiros y lamentos. Y no se reconocen. Como el desconocido que tuerce la vista, siguen vagando… no entienden de palabras dichas en voz alta, ¿no lo recordáis?


7 de junio de 2010

Sarna



Tus rodillas pierden toda su fuerza, y tu cuerpo choca contra la húmeda hierba, que se apelmaza bajo el peso, con esa sensación de mil hormigas recorriendo tu vientre tras la ropa.


Apoyas tu cabeza un instante, y sientes como ese frescor se torna en un fuerte calor tras pocos instantes de contacto, cuando te levantas mirando al escarabajo que te sobrevuela. Y la hierba que había sucumbido, vuelve a erguirse lentamente a crujidos.


Ese escozor por tus brazos desnudos, piel que abrasa. Evitas rascarte, porque sabes que luego picará más, pero no has hecho absolutamente nada para evitarlo. Sencillamente porque era inevitable, y porque la sarna con gusto no pica.


Pensándolo detenidamente, me he dado cuenta de que hago demasiadas cosas que la gente normal no haría, sin entrar en parámetros que definan el término normal. Y el eje de este asunto se resume a que no entiendo por qué la gente no las hace. Sinceramente comienzo a pensar que la identidad de cada uno, a cada día que pasa, se va llenando de grietas infinitesimales que hacen más y más frágil la voluntad.


Yo, seguiré trastabillando, pero sólo me disculparé cuando mi error haya sido involuntario, como un velo de muerte, que trasciende a las estrellas en las noches oscuras, sólo unos instantes. Porque cuando te quieras dar cuenta, ya habrá amanecido y ese dolor habrá desaparecido entre un mar de sábanas perfumadas.

3 de junio de 2010

Suficiente


Basta. Creo que ya te has divertido suficiente por toda una vida.


Ha sido como pasear la mano sobre una madera áspera y seca, llena de astillas que se encargaban de recordarte con la inflamación pertinente por dónde habías llevado tus dedos.


Pero uno acaba cansándose, y aunque nunca te lo haya dicho, he llegado a estar harto de ti. Pero no es un hastío rebañado en una balsa de odio, es algo más bien oscuro y poco definido: una herida que no se ve o un llanto que no se escucha. Podría decirse que he vuelto a Ellos, y eso ha significado romper una promesa. Una de verdad, no como las tuyas.


No hablaré sobre Ellos, pues sus nombres no pueden ser escritos, pero habitan en lo más profundo de uno mismo, como los engranajes auxiliares al Sentido, con mayúsculas.


Pero mi mano ha vuelto a temblar, y no he llegado a comprender el motivo de mi turbia mirada hasta que no he logrado ver mis gafas sobre la mesa…