18 de diciembre de 2011

Hide your tears




No hay error en esto: la decisión fue la correcta.


Ahora no vale arrepentirse, y el cuchillo debe deslizarse con sutileza y contundencia. Con más fuerza que nunca.


¿Por qué habrías de alzar la mano y detener el proceso? El motor arrancó hace mucho, y no habrá gasolina para volverlo a hacer si lo paras ahora. Es tiempo de ocultar las lágrimas y derramar un poco sangre.

10 de diciembre de 2011

Cuando algo termina


Cuando algo termina y el corazón muere pero no muere.



Me gustan las historias, pero más allá de una historia, me fascinan los protagonistas que guían dichas historias.


Hombre, mujer o cosa. Sobre todo este último. Porque cuando ser cosa implica ser persona todo el asunto, aunque turbio, se vuelve especialmente interesante.


Quienes me conocen, saben que tengo la poco saludable tendencia y costumbre de enamorarme con facilidad de personajes que, por un motivo u otro, no tienen un final feliz. Uno que busca la infelicidad, diréis. Pero no, no voy a entrar en términos filosóficos y metafísicos sobre la felicidad, así que asumid que cuando digo que no tienen un final feliz es porque mueren.


Sí, mueren. ¿Radical?


Esto es muy significativo, al menos en la mayor parte de los casos ya que cuando un personaje muere se acabó. Caput. Su historia deja tener una proyección y cualquier recuerdo que quede es retrospectivo, memorias evanescentes de lo que había sido hasta ese momento, fantasmas que susurran a sus amigos palabras destinadas al espectador. Si hasta nosotros morimos en nuestra vida, que es nuestra historia, ¿por qué ellos iban a ser menos? Triste o no, esto es así, y en esta retrospección es donde más amargura podemos encontrar.


Una amargura que me satisface y corrompe, añadiré.


Cuando vemos la vida de alguien desfilar ante nuestros ojos es habitual que juzguemos su pelo, su mirada, sus palabras afiladas y la acidez de su carácter, Si es bueno, malo o incluso cruel. Pero solo cuando ese foco de nuestra atención muere es cuando realmente lo definimos como un ente completo. Quiero creer, o mejor dicho, afirmo que eso es porque su historia ha acabado y él, en ese final, se ha completado a sí mismo.


No puedo decir que me guste que mueran esos personajes que tanto me conmueven, con los que lloro cuando lloran, y con los que río cuando ríen. No, definitivamente no lo puedo decir, pero si de algo estoy seguro, es que en el fondo es bueno que una historia termine, y para que me entendáis os diré que penséis en la última vez que cerrasteis un libro. Un libro que os gustara realmente, que os motivara y llegara a aflorar sentimientos en vosotros. ¿Qué pasó cuando lo terminasteis y la contraportada privó a vuestros ojos de esos trazos de tinta tan superfluos para cualquier mirada que no fuera la vuestra?


Esa sensación de la que hablo es el sentimiento que te rompe y te completa. Una amarga satisfacción de saber que sabes lo que había que saber sobre algo, pero la frustración de que acabó ahí, y cualquier pregunta que quedara sobre ese alguien, sobre esa historia, quedarán sin respuesta.


Pueden escribir sobre esa persona, ríos y ríos de tinta, pero ella nunca te los contará, ni acompañará de su sonrisa una caricia, ni mucho menos, llevará sus pasos hasta ti, para contarte de primera mano quién era y sobre todo, por qué vivió lo que vivió, real o ficticiamente.