18 de mayo de 2013

Como afeitarse


Se estremecía de pies de a cabeza. Sus manos le relataban cosas que de otra forma, jamás habría podido comprender. 

La piel dura, áspera, soportaba una y otra vez, diariamente, el paso de la cuchilla. Y no se quebraba, sino que encallecía y daba cada vez una sombra más pronunciada. Más oscura. 

Porque al final la vida era como afeitarse. Y las cuchillas... mejor no pensar en qué eran las cuchillas de la vida. Pero se estaba convirtiendo en cuero.



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