Esperar a otro día. Tachar casillas en un calendario anodinamente, apretando fuertemente con el rotulador, como si un simple trazo no bastara: y es que cada vez es más complicado que las cosas salgan como quieres a la primera.
Ahora, cuando señalas con tu dedo, sonríes satisfactoriamente pensando que tres dedos te señalan a ti. Entonces bajas la mano y mantienes expresión de tu rostro: totalmente indescriptible pero que en el fondo de tu ser, sabes cuál es.
¿Realmente piensas que ha sido en vano? ¿Qué lo efímero queda en eso y que las cenizas en las que la madera quemada queda convertida se limitan a iniciar un vuelo eterno para desaparecer?
Puedo contarte un cuento, tantas veces como lo creas necesario. Puedo relatarte una aventura, una historia de amor, una desgracia e incluso algo que nunca existió. Y no obstante, creerlo o no creerlo depende de ti. Coger la fábula convertida en enseñanza y aplicarla en tu vida carece de todo sentido, menos de aquel que tú, desde tu generosidad y desprendidamente, has decidido atribuirle.
“Todo pasa y todo queda”, citando a Antonio Machado en sus Cantares.
Y al final, he decidido que ese es el balance.
PS: No lo olvides, por mí. No me olvides.