31 de diciembre de 2009

PS: No lo olvides




          Esperar a otro día. Tachar casillas en un calendario anodinamente, apretando fuertemente con el rotulador, como si un simple trazo no bastara: y es que cada vez es más complicado que las cosas salgan como quieres a la primera. 

 

            Ahora, cuando señalas con tu dedo, sonríes satisfactoriamente pensando que tres dedos te señalan a ti. Entonces bajas la mano y mantienes expresión de tu rostro: totalmente indescriptible pero que en el fondo de tu ser, sabes cuál es.

 

            ¿Realmente piensas que ha sido en vano? ¿Qué lo efímero queda en eso y que las cenizas en las que la madera quemada queda convertida se limitan a iniciar un vuelo eterno para desaparecer?

 

            Puedo contarte un cuento, tantas veces como lo creas necesario. Puedo relatarte una aventura, una historia de amor, una desgracia e incluso algo que nunca existió. Y no obstante, creerlo o no creerlo depende de ti. Coger la fábula convertida en enseñanza y aplicarla en tu vida carece de todo sentido, menos de aquel que tú, desde tu generosidad y desprendidamente, has decidido atribuirle.

 

            Todo pasa y todo queda”, citando a Antonio Machado en sus Cantares.

 

            Y al final, he decidido que ese es el balance.

 

            PS: No lo olvides, por mí. No me olvides.


26 de diciembre de 2009

Propósitos




              Llega a su término el año gregoriano, y todos comienzan con sus propósitos, propósitos que muchas veces no llegan a ninguna parte y sólo se quedan eso: en propósitos. Si el año llegó a su término era porque esa debía ser su finalidad. ¿Por qué no extrapolarlo? 

 

              Aptitud. Yo he decidido comenzar a conocerme, y en parte, lo compartiré con vosotros. Por el momento, sé que me gusta acariciar gatos hasta el punto que ronroneen, madrugar y deleitarme en el silencio de las horas intempestivas, que adoro ir con bata blanca, las plumas estilográficas e ir por la sombra en verano.

 

              He aprendido que la empatía no se aprende, y que tener pulso es importante cuando juegas con bacterias; que prefiero las almohadas duras y que la comida con poco aceite sabe mejor. Que sonreír soluciona muchas cosas y es mejor escuchar que hablar.

 

              No deja de gustarme el incienso de sándalo ni la ropa de color negro. Que los collares de plata son los más bonitos, que el aroma de las sábanas la noche del día en que las lavaste es inigualable y que la sandía está riquísima en verano.

 

              Me gusta pensar en lo inevitable, en esas palabras que lees y no olvidas y en esos momentos en los que no tuviste una cámara a mano pues serán solo para ti en todos los sentidos, en aprender y en analizar: fría y pausadamente.

 

            Que la mejor parte del flan es la que toca el carameloy que mi bebida favorita es el té. Que los cordones de terciopelo rojo son geniales y que me encanta no llevar nunca el reloj conmigo para así preguntar al incauto.

 

        Recapacitar sobre cosas intrascendentales es divertido, así como desquiciar a la gente fácilmente desquiciable. Descubrir que me chifla ver a las mujeres con falda.

 

           Dexter, Oldboy y las series cursis, además de muchas otras, claro. Que lamento no tener más tiempo para leer.   

 

              Adoro el doble sentido, las palabras detrás de las palabras, y sobre todo, me enamoran las amapolas

 



              Pero tranquilos, este año, no dejaré de odiar, se me da demasiado bien como para dejarlo… 

14 de diciembre de 2009

Palidecer

Palidecer, temblar, parecer asustado.

 

Creer que puedes albergar agua infinitamente entre tus manos desnudas.

 

No creer en el destino. Creer en lo inevitable.

 

Esa sensación, insólita y etérea, que aplaca cada uno de tus huesos como si te azotara con un mazo un ente invisible y poderoso, mucho más de lo que piensas. Que te hace trizas, que te machaca de forma que aunque lo intentes, no podrás evitar sentir el dolor.

 

Porque cuando comienzas a respirar con tranquilidad, siempre una mano aparecerá en tu hombro para sorprenderte en tu descuido y comenzar a palidecer 

 

Harry tenía razón.


12 de diciembre de 2009

Portrait



 

            Llegará el día en el que el cielo esté lleno de aviones de papel, tantos que la luz del sol se verá bajo un tapiz multicolor: magenta, cian, amarillo… Y cuando comiencen a caer las primeras gotas de una lluvia sonreiremos porque nos sentiremos secos y a salvo. Cuando esas gotas crezcan y el diluvio comience de verdad, entonces el papel mojado comenzará a ceder y no será el agua el porqué de sucumbir. 

 

            Porque al Sol le gusta que la Luna se refleje en el mar cada noche, para así poder evaporar cada mañana ese reflejo para olerlo, allá en lo alto. Y ese es su modo de ser feliz.

 

            Corónate con laurel y vístete con toga. Que te aplaudan y adoren, pero sé consciente que tus enemigos aumentarán.

 

            Gira la cabeza y haz crujir tu cuello. Luego los dedos, luego tu espalda… Que el corazón te lata deprisa. Bosteza y quédate dormido.

 

            Decide que cada mañana evitarás escuchar el estruendo de una campana que te despierte de forma violenta. A toda costa y a cualquier precio.

 

            Admite que los nombres son importantes, y nominar significa hacer que cada cosa sea lo que es, por ella misma y por su propia esencia. Que no son palabras, que es algo que nadie te podrá quitar nunca y no se lo llevará el viento.

 

            Sonríe. Aunque tu alma se rompa. Sonríe.

 

            El cuadro de una realidad se puede presentar de muchas maneras, y todo depende de la foto que has elegido poner tras el cristal.  



9 de diciembre de 2009

Poder y Perdición


          Hoy, más que nunca, necesito de dos de tus sentidos. Tan sencillo como escuchar y seguir leyendo… 

 

 

            ¿Lo oyes? Claro que sí. Es un diálogo mudo, que de tan mudo que es ensordece.

 

            Porque todo comienza con un murmullo, y la compostura tarda demasiado en descomponerse. Y los juegos de palabras ya no son suficientes. Y decidiste que seguirías sonriendo, y que no habría más enfados.

 

            Y así ha sido.

 

            Pero ¿sabes, cariño?; al igual que estas flores que hablan sobre cosas tan banales y frívolas, tales como la amistad o la confidencialidad, nosotros hablamos de clavos ardientes que perforan y queman la carne.

            Está claro que seguirán volando puñales desde manos invisibles, y que las trampas estarán a cada vuelta de la esquina. Pero no cambiaremos.

 

            Sigue llorando, por favor no te detengas por mí. Quéjate, escupe, patalea y vuelve a llorar: pero nunca te vuelvas atrás. Tú decides. Yo decido. Y ahí acabamos de conjugar el verbo.

 

            Poder y perdición. Uno lleva a lo otro en demasiadas ocasiones, pero nunca te olvides de la suerte y de que un gato no cae de pie eternamente.

 

            He aprendido que el dedo puede ahondar en la llaga infinitamente.  

 


7 de diciembre de 2009

Pendiente (abajo)




            Llovía. 

 

            Decidí que era hora de tomar un paseo.

 

            Decidí no coger el paraguas, así que me cubrí con la capucha del impermeable hasta la nariz, lo suficiente como para ver mis pasos sobre un terreno resbaladizo en el que cada farola encontraba su reflejo.

 

            Decidí que tomaría una pendiente: primero hacia arriba; luego, hacia abajo.

 

            Por un momento, me detuve y pude escuchar como cada gota ligera, azotaba mi cabeza golpeando el plástico con violencia en sordo sonido. También las hojas murmuraban. Así como quien no quiere la cosa, me di cuenta que no había cogido mi mp4, pero no había silencio: la lluvia nunca trae silencio. En absoluto me molestó, el suelo comenzaba a oler a Actinomycetes sp.*

 

            Bajo la capucha, también decidí que miraría un rato más: primero, a las hojas del suelo, reluciendo a pesar de que temblaban a cada impacto. Luego, elevando la cabeza, gota a gota a trasluz caer, cerca de mi cara. Hoy la luz de las farolas es especialmente amarilla.

 

            Decidí que era el momento de regresar, cuesta abajo, dejándose llevar, pero no obstante, algo me hizo detenerme: tropecé.

 

            Resbalando, algo totalmente imprevisto, mi cabeza fue a dar contra el suelo, precedida por mi espalda.

 

            Y no me moví.

 

            Durante unos segundos, largos como eones, me quedé ahí. Estúpidamente, patéticamente, mojando mis mejillas y con la mente en blanco. No pasaron coches, las farolas tampoco se apagaron: no ocurrió absolutamente nada. Simplemente, continuó lloviendo.

 

            Entonces, decidí levantarme, y seguir caminando…

 


*Actinomycetes sp. es un organismo microscópico del suelo que cuando aflora (debido a la humedad) aporta ese característico olor a lluvia y tierra mojada. 

5 de diciembre de 2009

Penitencia



          Ten cuidado con lo que dices, ten cuidado con lo que deseas. Te confesaré, confidencialmente, que adoro los juegos. Y ante todo, los juegos peligrosos.  

 

            Citando a Lee Geum-ja (Sympathy for Lady Vengeance):

 

"Listen carefully. Everyone make mistakes. But if you committed a sin, you have to make an atonement for that sin. Atonement, do you know what that means? Big atonement for big sins. Small atonement for small sins".

 

¿Quién impone la penitencia? Siempre, y reitero, siempre, es necesaria una mano ejecutora: la que hunde el filo en la carne, la que te acariciará el pelo cuando te hundas en un hombro e incluso la mano que te abofeteará la cara ante la impertinencia, o bien ante la estupidez.

 

La penitencia se puede llevar de muchos modos, algunas veces, incluso desde la ignorancia. Pero no te atormentes –jamás me cansaré de decírtelo-, tan solo camina… Sé que es difícil creer en algo que no se ve, que nunca termina las frases, o que oculta más de lo que  muestra; pero tampoco es fácil para él, no tienes ni idea de lo complicado que es…

 

Es onírico, suave… como si un pulso divino lo hubiera trazado milimétricamente de forma incomprensible; pero el perdón se manifiesta de muchas maneras, y aún así nunca podrás convencerte a ti mismo de que ha llegado.

 

 

 

Tanto le gustaría que hubiese llovido…  

2 de diciembre de 2009

Pacíficamente




¿Cuándo descubrimos aquello que es irrelevante? Amargamente podemos trazar una sonrisa, ligera y tenue, hundida en arrugas… pero eso nunca nos responderá siquiera frívolamente el porqué de las cosas.

 

            Al compás sosegado de una letanía puedes seguir intentando coger el humo con las manos, y nunca darte por vencido. ¿Y qué has podido cambiar en todo esto? ¿Qué has podido cambiar en ti mismo? Deja de sonreír… Estamos hartos de sonreír, hartos. El estanque está turbio por esa cascada de recuerdos que da contra él acompañada de bullicio y estruendo. 

 

            ¿Susurraste alguna vez promesas al oído mientras apretabas esa mano, cálida, entre las tuyas? Sé que no lo puedes evitar, pero no lo lamentes: en el mundo en el que deseas poner tus pies no existe la lamentación.

 

            Y ya no importa, tranquilo. Será sereno. Sigue respirando, hasta que yo mismo te lo indique. No habrá dolor, o al menos, no lo sentirás. Todo está bien… Todo está bien… En cualquier mañana de domingo, familiar y sin prisa alguna, notarás lo rápido que asciende el sol a su más alto cénit. Y  cuando sus rayos no estén tibios será cuando me reconocerás que tenía razón, que siempre la tuve. 

 

            Hasta la última hoja cae del árbol cuando el otoño se despide.



26 de noviembre de 2009

Durazno



¿Por qué tanto odio? Ya no existe ni la necesidad ni la dependencia. Los días de complicidad terminaron. Todo asemeja un enorme tobogán untado con demasiada mantequilla sobre el cual resbalan las cosas de una forma desmesurada, precipitándose a un final, a un salto final frenético, tras el que no sabes si habrá un lugar en el que poner los pies; aunque siempre puedes volver a caer a ese confortable vacío.

 

Dame alas para volar más y más alto, y así poder quebrar las luces que se esconden detrás de esas nubes de azufre. La oscuridad hace crecer las cosas de un modo diferente, y pronto podrás comprobarlo. Has podido rozar con tus yemas toda esa aspereza, lograste escuchar los sonidos más recónditos que te puedas imaginar, incluso se te ofreció algo que superaba el intercambio equivalente. Y no obstante, en tu ignorancia, rebosante de ingenuidad, tu boca se llenó de un fétido miasma que ha ido vertiéndose con cada palabra, que ha ido ponzoñando cada cosa que tocabas. No es oro, no lo es por mucho que lo veas brillar. ¿Aún no te decidiste a abrir tus segundos párpados?

 

Es como la piel de un melocotón: seguirá desprendiendo ese peculiar aroma, ni lo dudes por un momento siquiera; y no obstante, cuando te decidas a retirar esa piel, el jugo hará que resbale por tus manos, incapacitándote hasta el punto en el que realmente tus ganas voraces cesarán. No será desagradable, ni el cuchillo se volverá contra ti. Ningún mal caerá guillotinándote… simplemente, perderás.

 

Amargamente, todo radica en ese punto infinito, en la inmensidad, suspendido sobre un nido de arañas con una seda que arde cuando la llama se acerca demasiado...

 

Adiós, hasta que comprendas. Adiós, hasta que lo entiendas…

23 de noviembre de 2009

Deliberado




Alahasta, alarka ar alkarin i anto-anna?


Dejar caer el cuerpo, pesado,


sobre el dulce lecho, helado.


La cabeza reposa, tranquila,


sobre la almohada, abatida.


Llorar tumbado no es llorar del todo


puesto que no se conoce el sabor del llanto.


Las lágrimas se deslizan, ceremoniosas,


almohada abajo, sin rozar la boca.


Llorar tumbado no es llorar del todo.


Los efluvios de la pena se marchan sin rastro


y los surcos mellados carecen de espanto.


Si he de llorar, que sea yaciente,


que mi boca no aprecie la salinidad


y en cimbreante movimiento me alce indoloro.


Llorar tumbado no es llorar del todo.

 

Y no creas que he olvidado aquel equilibrio cuasiestático... 


 

22 de noviembre de 2009

Dádiva


 

Todo cuanto deseas tiene su justo precio, y el pago por ello debe ser igual: ni más ni menos. Cuando la balanza pierde su sutil equilibrio, la dádiva se convierte en algo que reporta acontecimientos, ¿inesperados?

 

Sean los acontecimientos que sean, agradezcas o lamentes, sepas que los hilos nunca cesan, y que cuando se enciende la luz, es fácil asustar a los fantasmas.

 

17 de noviembre de 2009

Descalzo



Hoy siento los pies fríos y las manos tibias.

A respiraciones cortas, palabras breves. Ser consciente de la necesidad de hablar es tan importante como la de no hablar. Incluso si inspiras profundamente, y mantienes unos segundos el aire en tus pulmones, cuando lo liberas no te puedes desprender de esos fragmentos de ti mismo que tanto miedo te dan. Arraigan, arraigan, arraigan... y sus raíces son tan profundas que han cavado un pozo en la roca de la desgracia por y para ti.

Recuerdo aquellos días en los que volaría descalzo. ¿Los recuerdas? Cuando contar estrellas no era un imposible…

Cuando hace viento es mucho más fácil que una mota de polvo, especialmente ruda e inicua, decida colarse entre el cristal de tus gafas y tu párpado para hacerte llorar más cruelmente que cualquier palabra aciaga.


When the dark night seems endless… there is no other way.


He dejado de lamentarme, he dejado de hacer muchas cosas, más de las que habría deseado. Simplemente me limito a observar, sobre un suelo cada vez más y más frío, un suelo en el que las baldosas viven un vaivén de recuerdos, intrínsecos, olvidados, recordados y olvidados de nuevo. Es sencillo, mucho más ahora.

No puedes guardar tu más preciado tesoro en una caja sin tapa. Existen demasiadas cosas malvadas en este mundo que se encargarán de hacerte sufrir entonces. Y si es tu corazón, no dudes en que lo apuñalarán tantas veces sea necesario, tantas veces puedan…

Disfrutemos de la oscuridad que nos proporciona la profundidad de la nada, y en silencio, escuchemos las risas que provienen del exterior con añoranza, recordando aquellos días en los que el sol aún no había declinado...



Porque el que mira sin ver, es porque no desea hacerlo. 


   


15 de noviembre de 2009

Determinación



Nunca es sencillo, eso de tomar decisiones. Es duro, y conforme piensas y recapacitas sobre ello, llega un punto en el que en tu cabeza no cabe sostenibilidad alguna.

 

¿Y entonces qué?

 

La solución es relativamente sencilla… y está al alcance de cualquiera que confía en la firmeza. Eso es lo único que importa. Si tu decisión ha sido emprendida con determinación, tan solo hay que llevarla hasta el final…

 

Pase lo que pase, llore quien llore… Porque si no lo haces por ti mismo, nadie lo hará nunca. En estos momentos, sólo te tienes a ti mismo en un mundo infinitamente enorme, en el que todos decidieron dejarte allí cuando partieron. Y ahora están lejos, demasiado lejos.  

 

Hasta el final…

10 de noviembre de 2009

Devenir


 

Siguen sin lograrlo entender… el porqué de las cosas, el porqué de los pensamientos oscuros, el porqué de las lágrimas ocultas…

 

Y es que por mucho que pongas tu empeño en algo, aunque vuelques todo tu ahínco en ello, al final lo que cuenta es que no has podido cambiar nada, siquiera un poco, y que el más ligero soplo de aliento otoñal quiebra la frágil estructura de naipes.

 

Las estaciones cambian, y nos guste o no nos guste, sumisamente debemos aceptarlo.

 

Cuando la tinta se corre en el papel, siempre hay un motivo. No tiene porque ser un motivo oculto, de hecho la mayoría de veces es algo con que lidiamos diariamente, ese retrato que vemos cada mañana cuando pasamos por el salón, y en el cual nunca nos dimos cuenta de las miradas que ellos tenían…

 

Las cosas cambian, y tan solo podemos mirar a veces. ¿Lograste coger con la mano desnuda esa brasa con forma de corazón que ardía en lo profundo de las llamas? Sabes perfectamente que se ha consumido del todo y que no volverá, jamás…

 

Quizás me prometí no volver a decir jamás, pero tantas cosas he prometido… y tan pocas promesas se pueden mantener… Pero es inevitable, sí… Ni de lejos ha sido por casualidad.

 

No se trata de confianza, ni de entenderlo o no entenderlo. Es mucho más sencillo, pero es algo que tú, y sólo tú, debes comprender. Ni siquiera yo sé si lo he llegado a comprender del todo, pero si te soy sincero, ha dejado de importarme.

 

Puedo seguir suspirando, una y otra vez, tantas veces como sea necesario, pero mis párpados pesarán más y más, poco a poco, como la muerte que le llega a alguien que duerme. No tiene que ser tan terrorífico morir durmiendo, morir en sueño… cuánta ironía contenida en algo tan simple…

 

Finalmente, cuando te recuestas buscando algo que te reconforte, compruebas que los árboles se desprendieron de sus techos y ahora las hojas tapizan el suelo, invocándote a su lecho de colores.

 

Siempre es duro descubrir que las amapolas no pueden florecer en invierno.



5 de noviembre de 2009

El dedo que señala



Y a aquellos que me señalan con el dedo, yo os digo: ¡JA!

 

[Y al resto de la entrada se la comieron las polillas].


3 de noviembre de 2009

Bidones de Gasolina




             Siento la espina, ahondando milímetro a milímetro en mi carne, aportándome ponzoña… 

 

            Devaluamos demasiado el peso de las palabras. El ser humano dilapida saliva, pues es su naturaleza comerse el pastel y luego preguntar si podía hacerlo para así poder regurgitarlo.

 

            ¿Acabar con el instinto vomitivo? Oh, sinceramente no me veo capacitado para mermar esa altiva llama que arde en el pecho del aludido, esa flama en su pecho que lo eleva y enardece. 

 

            Habiendo ese fuego, hagamos bueno uso de él y vertamos la gasolina

 

            ¿Dónde dijisteis que están los bidones? Tranquilos, que no cunda el pánico, seré yo quien los regurgite esta vez, y cuando la carne arda, comprobaremos si el aroma de Armani merece la pena o si la dignidad se mide en yates.

 


29 de octubre de 2009

Hilos



             Y sí, sigo creyendo que desde la oscuridad se comprende mucho mejor a la noche. 

 

            Ese tarareo que proviene de un incierto lugar, se mezcla con el incienso que desprende exóticas figuras en un humo que asciende lentamente, podría decirse que con pereza hasta desaparecer esfumándose.

 

            Es esa sensación de nuevo. Ladeando la cabeza al principio, luego torciendo el cuello hacia atrás. Siempre con los ojos cerrados. Sientes que las nubes de tu mente huelen a un aroma viejo, sacrosanto, dulzón y amargo a la vez. El cansancio es la mano que mece el ambiente, y esa punzada en la espalda te devuelve a la poca realidad que te queda.

 

            La música está ahí: nunca se fue.

 

            Por algún extraño motivo, comienzas a concebir nuevas ideas, acerca del autosacrificio… acerca de la libertad y de la condición de los actos. ¿Qué condiciona a qué? ¿Quién te condiciona? Como si miles, infinitos de hilos de seda, finos y tan poderosos cuando se unen, rodearan tu cuerpo, impidiéndote moverte pero cediendo espacio justo en el lugar en el que deberías hacer lo que vas a hacer. ¿En el que deberías?


           Sabes que esos hilos son necesarios, hasta el punto de llegar a amar a los que siempre están contra tu piel, no cortando tu circulación, pero sí rozándote con esa inusitada suavidad... llegando a ser un deseo y una repulsión tan contradictoria...  


Gentilmente, con palabras que parecen caricias, comprendes que sientes que tú no eres tú. Nadie es uno mismo y nada más. Todos tenemos algún vínculo con otras personas. Algo que nos une a ellos, y por eso precisamente la vida nos acerca un poco más a nosotros sentimientos como diversión, o dolor… o cariño.



27 de octubre de 2009

Camino



Step by step…

 

Es así, paso a paso, como te percatas de que atrás vas dejando algo; algunas veces, importante.

 

Puedes volver la vista atrás, pero sabes que sigues sin poder cambiar con tu mirada las cosas. Sabes que aquello que ahora es lo que ahora es, simplemente es porque tu dedo meñique lo rozó. Cuán insignificante… ¿cierto? Hasta el más pequeño batido de alas de una mariposa puede tornarse huracán, y es que nuestro querido Lee Woo-jin bien decía:

 

Tanto un grano de arena como una piedra, en el agua se hunden por igual”.

 

Camino sobre alambre de espinos, sobre lecho de plumas, bajo fina lluvia, sobre ardiente arena… La piel se endurece y al final, llega lo inevitable: la insensibilidad. Y es cuando crees que ya ningún clavo perforará tus callos, notas el pinchazo de una hoja seca, que se desmenuza bajo tus pies y cuarteada, amenaza con herirte con endeble filo.

 

Entonces levantas el pie, aturdido, y miras con extrañeza aquello que pisaste.

 

¿Sigue siendo una hoja entonces, un simple foliolo de aquel árbol de hoja caduca que se viste de rojo y dorado por esta estación?

 

Sí, lo sigue siendo… Esta vez no fue una ilusión…

 

Quizás ese camino ilusorio, siempre hubiera estado ahí, hoy con más malas hierbas que ayer, pero al fin y al cabo, ahí.



24 de octubre de 2009

Mar de Fango



          Pisadas lentas, huellas profundas. Los músculos se tensan y el rostro expresa esa sensación tan nítida de un sobreesfuerzo, de una actitud que no puede durar por siempre. 

 

            ¿Y dónde quedó el agua cristalina?

 

            Ni las penas ni los años pueden llegar a pesar tanto, nunca así. Es más bien como si te movieras en un mar de fango, un mar que te llega por las rodillas e impide que corras o intentes moverte más rápido. Tal es la densidad, que en cualquier momento parece que fuera a tragarte, a engullirte en una húmeda oscuridad indeseada.

 

            ¿Resistencia? ¿Cuánto se puede resistir? Es la congoja lo que frena el paso otrora decidido. Y el cansancio merma inevitablemente al ánimo, a las ganas y a las fuerzas existentes.

 

            No es fácil, ni sencillo. Nadie dijo que fuera a serlo y no obstante, aún te sorprende y te aplasta más y más. Te sientes mancillado. El sudor que te recorre la columna, concentrado en esa diminuta gota que desciende furtiva bajo la ropa, es más fría que cualquier carámbano, que cualquier invierno alpino. El escalofrío que le sucede simplemente es una mota más en la distorsión de una realidad que antes podía brillar nívea.

 

            Ahora todo desemboca en barro, en cieno, en fango y más fango. Pronto pierdes un zapato, y eres consciente de que no lo vas a recuperar.

 

            Y se avecina una tormenta, y esa voz te lo repite, y por fin lo entiendes:

 

            Sólo existe lo inevitable”.

 

            Y si el corazón sigue latiendo, es porque el sufrimiento es necesario, y porque necesitas respirar para sentirlo, porque precisas de vivir hasta ese Entonces, por y para el Destino y sus malas artes.



13 de octubre de 2009

Pesadilla



¿Desbordar de alegría por la eternidad? Suena peligroso… Nunca algo bueno es cedido sin nada malo a cambio. Así como el sueño de una noche de verano en la que las sábanas pesan y el aire te aplasta bajo una mano implacable. ¿Te estremeces entre sudores en el revuelto sueño?

 

Como una mosca buscando el amor desesperadamente te puedo ver en sueños en el sueño de un sueño, si pienso en ti, ¿y qué es eso si no una pesadilla…?

 

Jamás un buenas noches, meloso y pronunciado por labios amados, puede ser tan amargo, y no en vano en una pesadilla ocurren cosas tan reales como el dolor o el sufrimiento. La misma vida, ¿y qué? El galopante caballo te lleva consigo, a precipitado galope, con crines agitadas, envuelto de una fría oscuridad y vacío de templanza.

 

Y sabemos, que es necesario.

 

Honramos a los sueños, ¿qué es de su antagonista? ¿No hay tributo a la pesadilla? Los párpados se cierran con violencia y temblores, la congoja se aferra a esa razón durmiente, pero cuando despiertas, eres plenamente consciente de lo que ha sucedido, y tienes algo claro: no te ha gustado. El dolor nos repugna… El ser humano, por naturaleza, rechaza el sufrimiento, y cuando las fichas están en su lugar correspondiente, es el que más sufrimiento merece no obstante. Pequeñas dosis de realidad en un sueño, eso es la pesadilla.

 

El amor puede acelerar el corazón sin mover un músculo, pero, ¿acaso no es emocionante pensar que algo tan simple e infravalorado eleve a tan altas tasas la agitación y el temple, descomponiendo y desgajando pedazo a pedazo la entereza, firmeza y placidez? Quizás emocionante no sea la palabra apropiada: quizás no exista tal palabra porque el hombre nunca ha querido crearla, o al menos, dotarla de valores fónicos y de un lugar en la composición alfabética. Pero está ahí, en algún rincón de esa mente tan oscura y repleta de banalidades, de escoria…

 

Y lo único que nos queda es la ausencia de sabor salado, pues quien duerme y llora, no prueba el sabor de las lágrimas, concediéndoselo íntimamente a su almohada…  


12 de octubre de 2009

Ira


Ruido, solamente, simplemente. Ruido.

 

Porque al final, a base de inquebrantables golpes por fin entiendes que muchas cosas se reducen a eso. Y el ruido, desemboca en algo más, en el instinto más primitivo e irracional por el que se rigen los hombres: la ira.

 

Bien hacen en llamarlo pecado capital, no es un título ganado sin motivo, desde luego. Hey, ¿no lo oyes? Allá, en el fondo de algo que desconoces, una masa amorfa cohabita con esa razón a veces tan mermada en algunos –y sigo pensando que debería existir una acepción de idiotas para cada uno de ellos-, y esa masa toma forma ante el más pequeño estímulo. Así somos, así nos aferramos a lo mundano. 

 

Iracundo, las palabras toman otro sentido, no carente de significado, pero sí cargado de alfileres de oro, que sin duda cosería la lengua de muchos. Y es que los bozales ya no están de moda…

 

Las cacofonías se suceden… Oh, no, desde luego que no somos todos iguales. Existen los inferiores, Dios sabe que existen, y me castiga rodeándome de ellos.

 

Tan sencillo como respirar, el odio aflora por cada poro, supurando ese aroma de violencia contenido que impide la eugenesia en esta nuestra sociedad corrupta. Hay quien tacha la ira de enfermedad: llamadme enfermo entonces. 

 

Pensar que en tu bolsillo se esconde una navaja, tan limpia y refulgente, y que sabes que aquella señora complacida está dos asientos delante de ti, rebosante de ignorancia de lo cerca que podría estar su final, no hace sino que te retuerzas en fútiles estertores de contención y represión. Ineptos. Y no obstante, prosiguen con su jerga berreante y frívola que parece no tener más finalidad que la de la autocondena.  

 

¿Civismo? ¿Perdón, oí bien? Recuerdo haber limpiado de cera mis oídos cuando me levanté esta mañana. Nadie, recalco, NADIE, tiene suficiente saliva como para reclamarme algo así.

 

Oh, sí… cuando la sangre salpique, y todo se torne en gritos, rojo y agonía, entonces sabrán que realmente un peldaño del tamaño de un rascacielos nos separa, que el infierno es demasiado pequeño para correr o esconderse…

9 de octubre de 2009

Lienzo de cenizas


Es al final de nuestro día cuando el tumulto se asienta y el orden destaca. Un estanque turbio, derivado de una tormenta, porta inherentes fragmentos de las que, ¿realmente importan?

 

Un lienzo en blanco es motivo de inspiración, pero también desasosiego. Intentar promover pinceladas fatales, de colores aún difusos y para figuras no definidas, es algo precipitado, insensato, desagradable cuando esa mancha negra se hace más y más grande y el primigenio e idílico paisaje, solo en el pensamiento concebido, arde por premuras convirtiendo el verde en triste ceniza.

 

Es por eso, que cuando finalmente cierras los ojos, porque realmente los párpados te pesan infinitamente, es entonces cuando puedes pensar, reflexionar, sonreír o llorar, o bien limitarte a escribir una línea liberadora, resumen del trasegado día, porque eso que escondes, y que duele, y que sabes que está vedado, muy dentro de ti sabes que quema y te consume, hasta que finalmente acabes como ese verde original.

 

Cenizas al final de nuestro día.


                         


1 de octubre de 2009

Sueño



Amor, odio, furia… sentimientos al fin y al cabo, la parte más humana de las cosas: mi parte más humana. ¿Podría llegar a desprenderme de ella?

 

El sueño también es algo humano. ¿Puede un Dios tener sueño? Quizás esas bestias, como quimeras o esfinges, ¿pueden tener sueño quizás? Esa sensación pesada, como una cuerda entorno a la existencia, en lo alto del más alto campanario, y que algo tira de ella, hacia el vacío, hacia un vacío placentero y probablemente irreal.

 

¿Qué son los sueños?

 

El reflejo de este mundo no es más que un sueño, siendo sólo el sueño nocturno la realidad...

 

Hermoso, ¿no creéis? Susurrar frases de amor, un beso furtivo, estar sentado esperando un amanecer, un lamento que te arrastra… En un sueño puedes morir y no morir, tiene todos y cada uno de los privilegios que existen, todos y cada uno de los que tú y sólo tú quieres que rijan ese tu mundo.

 

Suaves sorbos, de un té dulce, de un néctar meloso. Los párpados caen, y esos segundos párpados se abren a la otra luz, o quizás a la otra oscuridad, mucho más oscura y solitaria de lo que algunos piensan. Es en esos momentos cuando sé que no quiero perder mi humanidad, tal vez lo que queda de ella.

 

Hay algo más allá de los cinco sentidos, algo más allá que incluso de ese huidizo Sexto que pretende erguir una total farsa ante los ojos del dogmático. Algo más… 

 

Una vida sin sueños no es una vida. Esos sueños no deben ser planes, ni metas, ni algo que hace que tiembles de impotencia, no… Aquí, como en la música y en la literatura, la espontaneidad, la improvisación, es lo apropiado. Si unos pareados deben ser escritos, no se debe buscar las palabras, sino el sueño de esas palabras, esa exhalación que está hundida, allá en el pecho del soñador, y hacerla surgir por mero sentimiento en un proceso en el que la mente está totalmente apagada, apartando cualquier mota de racionalidad… ¿Quién dijo que el hombre fuera racional? La Bestia es algo hermoso, cautivador, vital, salvaje y dador de emociones…

 

Lo físico se une al sueño: un frufrú, aquel perfume a jabón, una suavidad olvidada, oscuridad y el sabor de algo que comienza a arraigar en tu corazón para marchitarse con el primer rayo de sol…

 

Que descanses…