3 de noviembre de 2009

Bidones de Gasolina




             Siento la espina, ahondando milímetro a milímetro en mi carne, aportándome ponzoña… 

 

            Devaluamos demasiado el peso de las palabras. El ser humano dilapida saliva, pues es su naturaleza comerse el pastel y luego preguntar si podía hacerlo para así poder regurgitarlo.

 

            ¿Acabar con el instinto vomitivo? Oh, sinceramente no me veo capacitado para mermar esa altiva llama que arde en el pecho del aludido, esa flama en su pecho que lo eleva y enardece. 

 

            Habiendo ese fuego, hagamos bueno uso de él y vertamos la gasolina

 

            ¿Dónde dijisteis que están los bidones? Tranquilos, que no cunda el pánico, seré yo quien los regurgite esta vez, y cuando la carne arda, comprobaremos si el aroma de Armani merece la pena o si la dignidad se mide en yates.

 


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