13 de octubre de 2009

Pesadilla



¿Desbordar de alegría por la eternidad? Suena peligroso… Nunca algo bueno es cedido sin nada malo a cambio. Así como el sueño de una noche de verano en la que las sábanas pesan y el aire te aplasta bajo una mano implacable. ¿Te estremeces entre sudores en el revuelto sueño?

 

Como una mosca buscando el amor desesperadamente te puedo ver en sueños en el sueño de un sueño, si pienso en ti, ¿y qué es eso si no una pesadilla…?

 

Jamás un buenas noches, meloso y pronunciado por labios amados, puede ser tan amargo, y no en vano en una pesadilla ocurren cosas tan reales como el dolor o el sufrimiento. La misma vida, ¿y qué? El galopante caballo te lleva consigo, a precipitado galope, con crines agitadas, envuelto de una fría oscuridad y vacío de templanza.

 

Y sabemos, que es necesario.

 

Honramos a los sueños, ¿qué es de su antagonista? ¿No hay tributo a la pesadilla? Los párpados se cierran con violencia y temblores, la congoja se aferra a esa razón durmiente, pero cuando despiertas, eres plenamente consciente de lo que ha sucedido, y tienes algo claro: no te ha gustado. El dolor nos repugna… El ser humano, por naturaleza, rechaza el sufrimiento, y cuando las fichas están en su lugar correspondiente, es el que más sufrimiento merece no obstante. Pequeñas dosis de realidad en un sueño, eso es la pesadilla.

 

El amor puede acelerar el corazón sin mover un músculo, pero, ¿acaso no es emocionante pensar que algo tan simple e infravalorado eleve a tan altas tasas la agitación y el temple, descomponiendo y desgajando pedazo a pedazo la entereza, firmeza y placidez? Quizás emocionante no sea la palabra apropiada: quizás no exista tal palabra porque el hombre nunca ha querido crearla, o al menos, dotarla de valores fónicos y de un lugar en la composición alfabética. Pero está ahí, en algún rincón de esa mente tan oscura y repleta de banalidades, de escoria…

 

Y lo único que nos queda es la ausencia de sabor salado, pues quien duerme y llora, no prueba el sabor de las lágrimas, concediéndoselo íntimamente a su almohada…  


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