12 de octubre de 2009

Ira


Ruido, solamente, simplemente. Ruido.

 

Porque al final, a base de inquebrantables golpes por fin entiendes que muchas cosas se reducen a eso. Y el ruido, desemboca en algo más, en el instinto más primitivo e irracional por el que se rigen los hombres: la ira.

 

Bien hacen en llamarlo pecado capital, no es un título ganado sin motivo, desde luego. Hey, ¿no lo oyes? Allá, en el fondo de algo que desconoces, una masa amorfa cohabita con esa razón a veces tan mermada en algunos –y sigo pensando que debería existir una acepción de idiotas para cada uno de ellos-, y esa masa toma forma ante el más pequeño estímulo. Así somos, así nos aferramos a lo mundano. 

 

Iracundo, las palabras toman otro sentido, no carente de significado, pero sí cargado de alfileres de oro, que sin duda cosería la lengua de muchos. Y es que los bozales ya no están de moda…

 

Las cacofonías se suceden… Oh, no, desde luego que no somos todos iguales. Existen los inferiores, Dios sabe que existen, y me castiga rodeándome de ellos.

 

Tan sencillo como respirar, el odio aflora por cada poro, supurando ese aroma de violencia contenido que impide la eugenesia en esta nuestra sociedad corrupta. Hay quien tacha la ira de enfermedad: llamadme enfermo entonces. 

 

Pensar que en tu bolsillo se esconde una navaja, tan limpia y refulgente, y que sabes que aquella señora complacida está dos asientos delante de ti, rebosante de ignorancia de lo cerca que podría estar su final, no hace sino que te retuerzas en fútiles estertores de contención y represión. Ineptos. Y no obstante, prosiguen con su jerga berreante y frívola que parece no tener más finalidad que la de la autocondena.  

 

¿Civismo? ¿Perdón, oí bien? Recuerdo haber limpiado de cera mis oídos cuando me levanté esta mañana. Nadie, recalco, NADIE, tiene suficiente saliva como para reclamarme algo así.

 

Oh, sí… cuando la sangre salpique, y todo se torne en gritos, rojo y agonía, entonces sabrán que realmente un peldaño del tamaño de un rascacielos nos separa, que el infierno es demasiado pequeño para correr o esconderse…

4 comentarios:

  1. Por suerte, o por desgracia, todavía no hemos llegado a la conclusión sobre cómo esconder un cadáver. Lástima.

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  2. Menelmakar, no copies ideas de El Retrato de Dorian Gray

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