9 de octubre de 2009

Lienzo de cenizas


Es al final de nuestro día cuando el tumulto se asienta y el orden destaca. Un estanque turbio, derivado de una tormenta, porta inherentes fragmentos de las que, ¿realmente importan?

 

Un lienzo en blanco es motivo de inspiración, pero también desasosiego. Intentar promover pinceladas fatales, de colores aún difusos y para figuras no definidas, es algo precipitado, insensato, desagradable cuando esa mancha negra se hace más y más grande y el primigenio e idílico paisaje, solo en el pensamiento concebido, arde por premuras convirtiendo el verde en triste ceniza.

 

Es por eso, que cuando finalmente cierras los ojos, porque realmente los párpados te pesan infinitamente, es entonces cuando puedes pensar, reflexionar, sonreír o llorar, o bien limitarte a escribir una línea liberadora, resumen del trasegado día, porque eso que escondes, y que duele, y que sabes que está vedado, muy dentro de ti sabes que quema y te consume, hasta que finalmente acabes como ese verde original.

 

Cenizas al final de nuestro día.


                         


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