2 de diciembre de 2009

Pacíficamente




¿Cuándo descubrimos aquello que es irrelevante? Amargamente podemos trazar una sonrisa, ligera y tenue, hundida en arrugas… pero eso nunca nos responderá siquiera frívolamente el porqué de las cosas.

 

            Al compás sosegado de una letanía puedes seguir intentando coger el humo con las manos, y nunca darte por vencido. ¿Y qué has podido cambiar en todo esto? ¿Qué has podido cambiar en ti mismo? Deja de sonreír… Estamos hartos de sonreír, hartos. El estanque está turbio por esa cascada de recuerdos que da contra él acompañada de bullicio y estruendo. 

 

            ¿Susurraste alguna vez promesas al oído mientras apretabas esa mano, cálida, entre las tuyas? Sé que no lo puedes evitar, pero no lo lamentes: en el mundo en el que deseas poner tus pies no existe la lamentación.

 

            Y ya no importa, tranquilo. Será sereno. Sigue respirando, hasta que yo mismo te lo indique. No habrá dolor, o al menos, no lo sentirás. Todo está bien… Todo está bien… En cualquier mañana de domingo, familiar y sin prisa alguna, notarás lo rápido que asciende el sol a su más alto cénit. Y  cuando sus rayos no estén tibios será cuando me reconocerás que tenía razón, que siempre la tuve. 

 

            Hasta la última hoja cae del árbol cuando el otoño se despide.



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