19 de octubre de 2010

Iniquidad

Trémula, sabe que sus heridas no van a sanar. Se arrincona, como si el contacto de su espalda contra dos paredes fuera una infalible protección sin comprender que el techo se ha caído ya...


Sus movimientos no son fluidos, más bien es como si su caminar fuera una película con demasiados fotogramas eliminados, fotos superpuestas a destiempo en un continuo devenir, demasiado doloroso con esas heridas lacerantes que supuran un pus merecido.


Ahora, si se levanta, tendrá que caminar descalza sobre un suelo lleno de cristales, afilados y ansiosos por descarnarla. Al fin y al cabo, ella misma fue quien se dedicó a romper la vajilla en un arrebato injustificado.


La iniquidad se paga con sangre, querida.


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