
Unas palabras, insignificantes y necesarias, tañidas por una campana de cristal muda.
Porque todo lo que tiene que acabar, alguna vez tiene su comienzo. Inútil, sí, fútil y decrépito. La ilusión, aquellos castillos construidos en el aire se desmoronan, y el sentido pierde la senda, la gravedad y su brújula.
Porque cuando llega la hora de la verdad, ni las palabras bastan para escribir... y al final, la existencia se reduce a lo inevitable...
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