26 de septiembre de 2009

Luciérnagas

Porque prefiero llamarlas luciérnagas en este tipo de noches. Son hermosas, mucho más cuando hace frío…

 

Quizás las notas que desprenden esas cuerdas de violín hacen que unos dedos atrofiados escriban unas cuantas palabras. Pocas, y siempre insuficientes. Es una extraña sensación, quizás una sensación que no haga falta comprender. Hay cosas que es mejor no comprender. Sentir la música, hasta ese punto en el que los diminutos pelos de tu sien se eriza y los músculos tiemblan por unas milésimas de segundo, incluso cuando sientes vidriosos los ojos por un instante, merece la pena al fin y al cabo. 

 

Las luciérnagas desprenden tristeza, nostalgia, melancolía. Parecen pequeñas linternas que esperan guiar al perdido. Tan frágiles… tan distantes. Verlas a través de un cristal puede resultar embargador. Los destellos titilan… y los ojos, cada vez se fijan más en ese inexacto punto del vacío que llena a la mente de un aire tibio carente de todo y repleto de nada.



Hoy, me hacen pensar en la soledad. Resulta irónico, verdaderamente irónico. Esas luces nunca están solas, o no suelen estarlo. Tan juntas, unas de otras, como si el calor que desprenden pudiera arroparlas en la constante sonata nocturna, mientras una pequeña existencia las mira, en silencio… Y quizás sea por eso que me hacen sentir solo.

 

Una diminuta existencia, ignorante, que no se da cuenta que no es nada más que una mota más en aquella nube que mueve el destino con esa malvada sutileza, despiadada.

 

El frío es bueno, ese mismo frío del que hablaba antes, que hace las cosas mucho más hermosas. La nieve, por tanto, es bonita. Quizás el razonamiento sea una mera excusa, quizás la gente prefiera fingir que es primavera, quizás… sí, pero todas las cosas deberían ser bonitas.

 

Símiles, símiles… Cuán hermosas son las metáforas. A veces, resulta agradable poder dar gritos con un sentido inherente por todos desapercibido. Gritos que sólo hacen que puedas dibujar bajo esa pálida máscara una tenue sonrisa, dubitativa y tímida, una sonrisa solo para ti y para nadie más: porque estás solo.

 

Una amapola sonríe entre el verde trigo, aquella manzana que cayó del manzano comienza a podrirse, aún con esa misma sensación mientras sus hermanas lucen. No, para nada es infelicidad.

 

Como decía antes, son sensaciones, que es mejor no comprender.



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