13 de noviembre de 2011

Monstruos




¿Quién dijo que los monstruos no existen? Si miramos a izquierda y derecha entre una multitud probablemente nos topemos con muchos monstruos de identidad confusa, porque no es necesario ser de otra raza para ser un monstruo.


Los monstruos siempre nos han dado miedo, y aunque en parte pueda sonar inexplicable, esta base goza de argumentos más que sólidos. Todos nos hemos mirado alguna vez al espejo, y aquello que parecía un destello en la mirada, una arruga en el pómulo o un leve palpitar en la frente nos ha asustado. Y somos sensatos al tenerle miedo, al tenernos miedo, porque solo nosotros mismos somos conscientes de nuestras capacidades cuando afloran los síntomas.


No me toméis por loco, ni pretendáis ignorar a esa sensación que os ha recorrido la columna vertebral llamándoos a la alerta. Si no queréis aceptarlo es que no os aceptáis a vosotros mismos, porque en todos nosotros hay algo de monstruos.


Es por eso que me atrevería a decir que los monstruos, en sí mismos, no existen. Son parte de esa sintomatología inherente en la razón que nos hace cometer acciones que van en contra de lo no-monstruoso, así de simple.


Sí, podéis reír ahora, pero si no me habéis entendido es porque aún no habéis decidido entender que la negación de la existencia de los monstruos viene dada a que nos hemos acostumbrado a vivir con ellos en demasía.


No pondré a todos los monstruos al mismo nivel, claro está. Están los monstruos y los monstruos. Y sólo estos últimos gozan realmente del título de monstruos. Son aquellos que no sienten nada, ni para bien, ni para mal. Aquellos que cuando tienen un pedazo de carne entre sus manos lo estrujan hasta que los fluidos se escurren entre los dedos hasta formar un charco en el suelo, y son conscientes que no saben por qué lo han hecho ya que simplemente se han limitado a seguir sus instintos.


Instintos, sí… Ahí reside el auténtico peligro. Los instintos no se pueden frenar: son irracionales. No todos los tienen, pero se pueden adquirir aunque no haya mercados ni tutoriales para ello.


¿Entendéis ahora ese miedo?


La respuesta es sencilla: los monstruos, los auténticos monstruos, son creados por otros monstruos, y en nosotros reside el miedo de encontrarnos con un maestro más pronto o más tarde…


Cuidaos de los monstruos, cuidaos de vosotros mismos. Os sorprendería cuánto miedo os podéis causar con una mirada lanzada desde vuestra propia pupila.



4 comentarios:

  1. Los instintos sí pueden frenarse, controlarse, reprimirse y canalizarse. Y cada una de estas acciones tendrá diferentes consecuencias.

    ResponderEliminar
  2. Y en la no represión reside el monstruo...

    ResponderEliminar
  3. Se que no te gusta, pero le viene que ni pintado.

    (Voces en mi interior - Porta)

    http://www.youtube.com/watch?v=S7ouwwO_e5E

    ResponderEliminar