31 de mayo de 2012

Susurros



Es una ley universal que todo acontecimiento narrado en susurros siempre es verdad.


El ser humano grita por naturaleza. Tenemos la necesidad de hacernos oír sobre el estruendo, de hacer que nos oigan y sobre todo, de oírnos a nosotros mismos. Tanto, que a veces la necesidad se convierte en ansiedad en muchos.


Nuestra voz es una herramienta preciada, y bien utilizada, puede ser una terrible arma. Una voz dirige ejércitos, da órdenes, y causa dolor; un dolor que fácilmente se puede volver en nuestra contra. Porque la voz es el único veneno para el que no hay antídoto.


Pero qué hay de cuando hablamos bajito.


Paraos a pensar. ¿En qué ocasiones susurráis?


Cuando susurramos es porque apreciamos el silencio. Porque sentimos respeto. Por el valor de la información que vamos a transmitir. O porque lo que vamos a decir es un secreto. Susurramos cuando no nos quedan fuerzas, y en un último aliento, decimos lo que nos queda por decir.


Hablamos bajo entre amigos, porque el que quiera escuchar escuchará.


En un susurro encontramos lágrimas. En un susurro encontramos oscuridad, la oscuridad de estar a solas y temer no ser escuchado porque las palabras podrían perderse. Esa sensación en la que las palabras salen con lentitud, arrastradas por un débil hilo de seda que podría romperse con tantísima facilidad… Un tira y afloja en el que el final de una sentencia parece querer truncarse ante la duda. El y si lo que decimos debe ser dicho.


Susurramos porque dudamos. Susurramos porque lo que decimos no puede ser dicho en voz alto. Un susurro puede contener las más atroces palabras; también las más hermosas.


Cuando no conocemos una canción, la susurramos. Inconscientemente. No porque nos dé vergüenza cantar, sino porque los susurros vienen del corazón.


Mis susurros son susurros de susurros. Citas perdidas en las páginas de un diario que toca fin y donde se contó lo que fue dicho en susurros, para que nunca más fuera dicho.


Si confesamos, lo hacemos en susurros. Y si nos arrepentimos también. Caemos en el error de querer ser recordados por lo que gritamos cuando yo quiero que se me recuerde por lo que no grité, y me limité a susurrar.


Ya os lo he dicho otras veces. Si tenéis que escucharme alguna vez, hacedlo cuando hable bajito, porque entonces lo que diga será merecedor de ser escuchado…


Susurrar es el arte que va más allá de no alzar la voz. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario