21 de septiembre de 2010

Tácito



Con el último suspiro de una tarde, cuando el sol declina y el ruiseñor sustituye a la alondra… sobran todas las palabras y ha llegado el momento de comunicarse con el silencio.


Retazos desperdigados de una realidad trascienden a un pensamiento solitario, en formas etéreas y vacuas, mosaicos sin temática de teselas de matices inapreciables individualmente.


Los autores están mudos en esta escena, su guión se encuentra totalmente entre paréntesis. Sus manos, sus bocas, cada movimiento que producen los pechos hinchándose y deshinchándose con el respirar…


Te ves a ti. En silencio también. Hablando contigo mismo cosas que sabes que no hacía falta hablar.


Por eso, en ocasiones este lugar rebasa lo redundante, pues en lo tácito, debería esconderse el Yo.


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