16 de diciembre de 2010

Olvidar





Un temblor, un súbito temblor y un vaso hecho pedazos. La mano seguía temblando y el vaso, hecho añicos en el suelo mientras el agua se escurría formando un charco irregular.


Se derrumbaba por momentos, una parte de ella estaba deseando enterrar a su otra parte en lágrimas. Hacía demasiado tiempo que no lloraba, pero se sentía incapaz de olvidar porqué había dejado de llorar.


Un rictus le contrajo los músculos de la garganta, de forma que no podía articular tan siquiera un lamento, un furtivo sonido de desesperación. Era tan terriblemente patético verse así, allí postrada en el suelo de la cocina, con el agua del vaso roto comenzando a mojar sus medias.


Patético, pero triste.


Nunca se había compadecido de ella misma, de hecho ni ella ni nadie. Lo que tenía, no era porque lo hubiera merecido, simplemente lo tenía. Y esto era aplicable tanto al amor como a la falta del mismo.


Tener que sonreír, ir cada día a trabajar, incluso tener sueños… no era fácil. Sus palabras le taladraban una y otra vez los oídos hasta el punto en el que creía que sus tímpanos explotarían, te lo dije


Cerró los ojos, como si no mirando de frente al monstruo, éste se fuera a marchar a asustar a otros niños, pero cuando los abrió le inundó una sensación espantosa. Había dejado de respirar y notaba como sus pulmones, muy adentro de ella, se ensanchaban pidiendo una sola bocanada, pero era incapaz de tragar aire, era incapaz de tragar nada más…


Vio el brillo de sus ojos reflejado en el suelo, y cuando quiso darse cuenta, éste había desaparecido en unas suaves ondas concéntricas. Muy lentamente, aunque de forma espasmódica, comenzó a inhalar aire al tiempo que desfilaba por su rostro una melodía silenciosa de lágrimas, formando un surco ininterrumpido que acababa en su nariz con un cosquilleo.


Chip, chip, chip…


Abrió desorbitadamente los ojos. Aquello no podía ser cierto, ni mucho menos. Se apoyó más firmemente con las rodillas y se llevó ambas manos a la cara, donde acarició su piel húmeda e irritada.


Le temblaron los labios como nunca le habían temblado, pero seguía sin ser capaz de articular un solo sonido.


No podía parar, sentía la necesidad imperiosa de permanecer allí, tan tontamente. Poco a poco comenzó a hundir la cara en sus manos en forma de cuenco y entreabrió su boca, por donde escapaba un aliento entrecortado, como un globo pinchado que deja escapar su aire muy despacio.


¿Esa chica tan perfecta en aquella situación? La que sabía encandilar a todos, la que tan fácilmente como enamoraba a una persona tenía la capacidad de romperle el corazón. Esa chica, estaba llorando, y a sí misma se decía una y otra vez que eso estaba mal, que nadie la había enseñado a llorar.


Lo que no sabía es que muchas veces para recordar algo, hay que olvidarlo antes, porque muchas veces no comprendemos lo maravilloso de los reencuentros.


1 comentario:

  1. Hasta el momento, y de lo que te he leído, este es mi favorito. Me ha encantado, uff, me he quedado loca eh. Es un placer leerte :D.
    fdo: pequeño frasquito de veneno :P
    PD: tenemos que quedar para tomar algo

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