29 de mayo de 2011

Esclavo


¿De qué eres esclavo, tú, que rubricas libertad?


Tu boca se ha convertido en un nido de huevos de mosca, que eclosionan poco a poco mezclando esas palabras vacuas con un zumbido intenso, de alas pútridas que se recrean en tu decadencia.


Tú y solo tú has creado esas cadenas de tu condición, cadenas de metal invisible forjadas en el yunque del pasado, que ha sido brutalmente golpeado por el martillo del tiempo funesto que cuentas grano a grano de arena.


Te puedes mover, lo sé. Y parece que no tienes limitaciones, pero finalmente avanzarás hasta ese punto en el que tus cadenas llegan a su fin y te devuelven, de un fuerte tirón, a las argollas dónde están sujetas.


Pero aún así, no sabría decirte de qué eres esclavo.


Muchos nacen y mueren siendo esclavos de algo que no comprenden, pero el peso de sus cadenas es más ligero. ¿Ignorancia? No lo creo… Las cadenas no se crean con la ignorancia, así que quizás sea una tácita necesidad.


De nuevo la necesidad, siempre la necesidad… ¿Quién puede necesitar la esclavitud?





Yo soy esclavo del silencio y la no comunicación. Y no diré nada más.


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