4 de octubre de 2012

Déjalo


Sus ojos no podían mentir, por mucho que su boca fuera de opinión contraria. Aunque tenue, el brillo en sus ojos suplicaba una salvación. En el fondo necesitaba aquello que llaman consuelo, las lágrimas para limpiar el polvo de unas córneas que han visto derrumbarse tantas cosas. 







Sus ojos no podían mentir, aunque lo suyo fuera actuar. Al final todo se limitaba a leer su línea en un guión trajinado por manos sudorosas, manos manchadas... Las manos del que hace porque debe, no porque puede. O quizás porque escribe las palabras de su Pepito Grillo dictador. 



Esos ojos hay que dejarlos. Porque los hay que no tienen salvación. Y la piedad no es una herramienta compatible con estas razones inexplicables del alma atormentada. 


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