10 de enero de 2013

Abrázame



Abrázame fuerte. Tanto como puedas. Y ante todo, no me sueltes hasta que haya pasado... 


Su sueño, insistente, se repetía noche tras noche. No acostumbraba a soñar, pero cuando lo hacía, sabía que era porque cada fibra de su cuerpo quería coordinarse para decirle algo, para comunicarle un pensamiento e insertarlo en su sesera. 


No gustaba de soñar, sobre todo después de tantas pesadillas pasadas, pero cuando amanecía reía amargamente en silencio sobre la almohada. ¿Cuándo había recuperado el derecho al sueño? Había renunciado a ellos cuando hizo voto de exilio, voto de silencio, voto de eterna negación... Pero cuando no hay ninguna voz amiga que nos alarme, nosotros mismos activamos ese sistema a través de la subconsciencia. 


Aquel torso transmitía calor, un calor tan reconfortante que más de una vez habría deseado no despertar. Sus brazos la envolvían, creando un espacio de seguridad infinita. Y aunque no le veía nunca el rostro, su nuca de pelo azabache, suave y perfumado, le decía que estaba sonriendo. No de felicidad, era algo más trascendental. Era una sonrisa serena, de quietud y paz. Aquella emoción, tan comedida, la transmitía a través de su ropa hacia ella, justo cuando le devolvía el abrazo con la fuerza que él le solicitaba. Era entonces cuando se aferraba a su cuello, y prometía no soltarle jamás. 





Pero entonces despertaba. Y comprendía que seguía llena de dolor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario