22 de enero de 2013

Me destruyo


La culpa es, ante todo, destructiva. 


Cuando nos sentimos culpables, una voz en nuestro interior nos exige como pago toda aspiración hacia la felicidad que pudiéramos tener. El tributo que tiene como máxima esta vida. 


La culpa es, habitualmente, algo que nosotros mismos nos imponemos. 


Podemos culpar a otros, señalarlos... incluso podemos llegar a quemar en su piel una marca que todos vean. Pero esa obsesión destructiva por uno mismo siempre nacerá en el interior y quemará empezando por las entrañas cada brizna de regocijo. 


La culpa es, en ocasiones, injustificada. Porque en esas ocasiones la vida se basa en el boicot de uno mismo. 

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