19 de junio de 2010

Siempre


No te redimas, pues hay pecados que merece la pena no confesar; y el porqué de esto es sencillamente porque los repetirás una vez detrás de otra: siempre.


No es culpa tuya, lo sé. Lo saben todos, hasta ese Dios al que rezas. Y aunque pudiera, ni yo te condenaría por ello.


Eres el mejor a nivel protocolario, tu comportamiento se puede clasificar por pautas, una a una dependiendo del momento, persona o situación. Vistes trajes de espejos, para que el sol deslumbre a los que te miran, para verte reflejado en una miríada de luz desperdigada a cada paso de tu camino de baldosas amarillas.


Urracas y cuervos te reclaman: brillas. Te rodeas de los que son como tú. Pero olvidas que esa no es la piel con la que naciste, sólo la que llevas años usando.


Insistes con tu orden sobre toda forma de entropía, sin darte cuenta de que con él tan sólo provocas una entropía mayor, un campo de desolación, un prado de amapolas marchitas…


Pero te observan… ¿Así lo querías, no?


Maravilloso o no, tus hechizos engañan a muchos, hasta un punto en el que se te puede llamar maestro del subterfugio, Rey de las Mil Caras.


Confundes la palabra, Tu Palabra, con la ley. Una Constitución erguida de forma inquebrantable, sin réplica posible, sin grietas… aparentemente.


Sé que siempre es una palabra peligrosa, pero admite que te gusta el riesgo… porque esta vez has dado a jugar con gente que rompe espejos.


Yo, me arriesgaré a llamarte tópico, incluso predecible.



1 comentario:

  1. Romper un espejo trae siete años de mala suerte. Es mejor y preferible cubrirlo con una tela y dejar que se olviden de él. EL desprecio y el olvido son el mejor destino a los traidores.

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