
Te fundes con tu reflejo en ese espejo de oscuridad, y te turba el no verte. El comprender que tus ojos iridiscentes son un río de un día lluvioso que no ha querido esperar hasta el otoño.
Te conmueves, infinitamente, a cada palabra que escuchas y logras introducir en ese rompecabezas que llevas años fabricando, un puzle que sabes que nunca llegará a encajar del todo.
Definitivamente, te tornas gentil cuando encarnas sobre el escenario aquello con lo que siempre soñaste ser, eso que acusabas de irreal y ficticio. El hada que muere cuando dejan de creer en ella y el niño que ríe por primera vez.
Y aún así sonríes, preciosa mía.
Cuando lo encontraste, no sabías que era tu Nunca Jamás.
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