
Como ese fantasma que habita en las ventanas que no están del todo cerradas, y que en días ventosos hace que los susurros se esparzan con violencia por doquier.
El silencio sucumbe a una deflagración consustancial, se consume y desaparece como la vela sometida a la oquedad de una campana de cobre. Temblores, vibrantes y estentóreos, recorren tu espalda disonantes y cacofónicos, ininteligibles para el oído racional.
Se encuentran, unos a otros, en la inmensidad de tu infinito espacio de dos metros cuadrados, tierra protegida de suspiros y lamentos. Y no se reconocen. Como el desconocido que tuerce la vista, siguen vagando… no entienden de palabras dichas en voz alta, ¿no lo recordáis?
Ahora no caigo u.u
ResponderEliminarNo te preocupes, son los que no pudieron salir de la isla :)
ResponderEliminar