Es complicado perdonar, ¿sabes? Pero es aún más complicado cuando eres tú quien lo hace difícil.
No se trata de guardar rencor y palabras afiladas como si se tratara de una colección de sellos raros y valiosísimos; una estúpida trifulca de superación y aún más importante, de humillación.
Lleva mucho pero que mucho tiempo llegar a demostrar una hipótesis, pero lo que no entiendes es que a veces el reto es plantearla inicialmente. ¿Y fue tu culpa o la mía?
He decidido no perdonarte. Ni tampoco yo espero perdón; es más, no lo necesito aunque he estado a punto de creer que sí.
Para ti, caprichosa criatura, no existe la absolución. Espero que cuando llegues, el infierno se haya enfriado al menos un poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario