27 de enero de 2010

Cárcel y celador


 

            No todo depende de ti, otros también se pasean con un palo golpeando esos barrotes de hierro que se yerguen ante tus narices.

 

            Tac, tac, tac… cada barrote, cada golpe, cada sonido seco que retumba en tu cabeza. ¿Desde cuándo empezó todo esto?

 

            Pierdes la noción del tiempo, el agravio se convierte en más agravio. Olvidas algunas de tus palabras y te ofuscas ahogándote en tu propia hiel.

 

            Te rodean cosas viejas y rotas, y polvo, mucho polvo, tanto que podrías nadar en él. Ninguna brisa fresca ha pasado por allí en mucho, mucho tiempo. ¿Acaso hay ventanas aquí? Tu cabeza tampoco cabe por entre los barrotes, para saber cómo de largo es el pasillo que se extiende a ambos lados de tu celda. Fuiste incapaz de verlo cuando te trajeron, y de haberlo podido observar, ¿realmente crees que lo recordarías, hundido ahora en estos derroteros del alma?

 

            Mantén los ojos cerrados, por tu propio bien. Porque cuando los abras, quizás sea demasiado tarde para comprender que tú, en ti mismo, eres cárcel y celador

2 comentarios: