8 de marzo de 2011

Esa oscuridad


Todo lo que amas, todo va a morir algún día, de hecho está muriendo a cada segundo. Pero esta no es una alegoría a la muerte, lo es a la oscuridad.



La oscuridad es algo que habita en lo hondo, en el pozo de los deseos que cada uno lleva en su interior, en el lugar donde se vierten las esperanzas y las expectativas. Ese pozo es como el cuenco de una ávida criatura, pues ese es el alimento de la oscuridad.


Las devora, como si su hambre no tuviera fin, y sus dientes mastican en silencio aquello que deberías ser, y esa masa que escupen y regurgitan, es la auténtica realidad de lo que eres.


No siempre se trata de formas horrendas, ni del mal, ni del bien. Se trata del Pasajero Oscuro, o del Cisne Negro, o de Hank Moody y toda su mierda. Mi oscuridad nunca ha tenido nombre, aunque le he gritado de muchas maneras.


Cuando reímos, nuestra oscuridad llora, y cuando lloramos, ella ríe. No son antagonistas, sólo es que persiguen distintos objetivos y entienden de éticas diferentes.


Permanece atento, no ceses en tu empeño de ver cumplidos los sueños, alimenta a la bestia para que esa coexistencia tenga un equilibrio, un equilibrio utópico, pues la balanza nunca estará igualada aunque la vida se basa en fluctuaciones que rondan el límite de carga… Y es entonces, cuando la vida es plena, con todo lo que conlleva.


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