30 de noviembre de 2010

Conmover


Vibraciones tildadas de especiales recorren la columna vertebral desembocando en un leve temblor que acaricia cada extremo de cada pelo que compone el vello de la nuca, erizándolos como si hubieras introducido los dedos en una toma de corriente eléctrica.


No es real en sí mismo, pero el relativismo lo hace real para ti. Su inexistencia cobra sentido en una simbología intrínseca y retorcida, donde las claves son suspiros y tequieros rotos. Porque hay palabras que son lágrimas, y las lágrimas no entienden de tinta legible…


La pena se vanagloria de su triunfo, inequívoco, sobre una autoridad otrora superior. El compungimiento sólo es una pieza de esa ternura que despierta amapolas en invierno solamente para que un segundo antes de marchitarse puedan ver la nieve y sonreír.


Sabes que la felicidad sempiterna es un mito, un mito que se seca entre hojas de laurel en un cofre prohibido. El to be para la felicidad sólo significa estar.


Es por eso que conmoverse no es algo malo, conmoverse es un punto de inflexión en el camino hacia la felicidad, porque una triste alegría te invade y te hace ser recalcitrante en algo: no harás que sea ni más rápido ni más lento, sólo a su justo tiempo. Ser un poco más persona que el ser humano.


Porque definitivamente con ella soy alguien diferente. A sus ojos, no soy para nada un monstruo.


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