7 de mayo de 2010

Evocar



La imaginación es un arma poderosa, tanto que deberían hacer cursos para aprender a controlarla.


Estoy convencido de que hasta tú has vivido esos momentos en los que tus párpados, cerrados, tiemblan en un atisbo tras otro de abrirse, cejando en su empeño finalmente cuando tus ojos comienzan a moverse en una oscuridad vedada e impuesta por ti, naturalmente.

Por unas horas, cada noche, eres ciego, pero un ciego que entiende de colores y de formas definidas. Un invidente que evoca algo en su mente que lo trastoca de forma tal que febrilmente se coloca en una posición privilegiada, eludiendo ciertos aspectos restrictivos con los que solemos codearnos de forma circunstancialmente inevitable en nuestra cotidianeidad.


La llama que se extingue inunda la estancia de un sedoso hilo de humo, danzante y sinuoso que se tambalea de un lugar a otro de una forma provocativa e inspiradora, adoptando figuras resbaladizas y cambiantes.


A modo de película monocromática, una cinta de imágenes solapadas, inconexas muchas veces y sin música de fondo, se trasladan como en un baila acompasado, como en un vals… Girando a modo de bailarina de caja de música. No terminas de ver el final, un final que te ves incapaz de imaginar.


No vas a poder volver a ver esa película, y deberías saberlo; no al menos del modo en el que la estás viendo hoy, pero tranquilo, está en ti.


El final, sólo lo verás una vez. Y cuando lo hagas, no sabrás que habrá llegado más que por eso que llaman instinto, y que tú has evocado


No hay comentarios:

Publicar un comentario