27 de abril de 2010

Inerte


Existen días en los que te sientes volátil. En un punto álgido, algo que podría oscilar entre lo diáfano y lo desquiciante.


Y te expandes, como algo sin vida que se desparrama en su inconsciencia. Ha sido como en cada uno de tus sueños en los que aparecía el eco inmortal de un cascabel de latón.


Lento, que se arrastra milímetro a milímetro sin dejar rastro, como un fantasma que está ya demasiado cansado de custodiar con cadenas ese castillo abandonado.


Me recuerda tanto a esa sensación vertiginosa en la que eres incapaz de moverte, cuando tus ojos naufragan y son incapaces de enfocar tan siquiera ese callejón de almohadas en el que te pierdes en sueños difusos.


Un contexto de juegos de sombras occisas, que se empecinan en ondear tildando de un carácter opresivo un pecho con dificultades para respirar, un corazón maltrecho.


Cesa ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario