15 de abril de 2010

Idealismo


Nunca has dejado de romperte en piezas de cantos afilados, como los del jarrón que decide que ha llegado su hora de caer de la mesa, mismamente como si fuera un pomelo maduro que prefiere podrirse en el suelo a hacerlo en el árbol.


Eres de esa clase de personas que sólo lee la primera página de los periódicos, del que mira los escaparates cuando pasa por delante del reluciente cristal, incluso de ese tipo que se empeña en esperar la luz verde en los pasos para peatones.


Quien cierra el ojo cuando un dedo se aproxima, intentando aplastar tu córnea con su yema.


El que siente calor en las manos después de introducirlas en un pozo de agua fría como un témpano de hielo y poco a poco comienza a notar como se cuartea tu piel, agrietándose. Y puedes imaginar el sonido de una hoja de arce ardiendo, arrugándose sobre sí misma con un crujido para finalmente volatilizarse con un chisporroteo.


Lamentarte.


Vivimos un mundo en el que tenemos que sonreír cuando vemos fuegos artificiales en una noche de verano. Levantar la cabeza por algo así, cuando la mayoría de las veces ni nos paramos a pesar que hay por encima de nuestro ombligo.


Lo siento, de veras que lo siento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario