19 de abril de 2010

Inercia


Como un muñeco de trapo que ha decidido subir a un autobús sin cinturones y que con el vaivén deja libres sus miembros, inclinando de manera antinatural su inexistente columna hasta dejar una cabeza de sonrisa lela entre la zona en la que deberían estar sus rodillas en esas piernas sin articulaciones.


Que con cada curva, se desliza un poco más hacia el asiento vacío de su acompañante hasta que finalmente, con un frenazo, cae de bruces en un pasillo que nadie se molesta en limpiar, ante una mirada vacía mientras el muñeco se desternilla de en su silenciosa risa, ajeno al tiempo.


Ese movimiento que nunca acaba, que hace que tu mano tiemble aunque sentiste la punzada en el segmento intermedio de tu espalda y que te deja con una sensación que jamás terminará de completarte, que te hace sentir como un eslabón final de la cadena, que sólo tiene a otro al que asirse y que está condenado a soportar más responsabilidad que ningún otro, porque simplemente le ha tocado a él.


Trastabillas y caes.


Y cuando intentas levantarte, aún queda esa sensación de descomposición en ti, como si mismamente hubieras sido sacudido por un impulso de la magnitud de un dios.


Cuando todos han parado, tú sigues, al menos unos pasos más.


La diferencia está en que muchas veces no has sido tú quien ha movido esas piernas ni el que ha elegido cuándo detenerse.


¿Es malo sentirse un muñeco? Te puedes dejar llevar, al fin y al cabo…

1 comentario:

  1. A veces, dejarse es llevar es una excusa para poder culpar a otros de tus propias decisiones.

    Aunque reconozco que es muuuuuy cómodo y más de una vez lo he hecho.

    ResponderEliminar