2 de marzo de 2010

Sucesión



Saber, sentir, saborear.

 

Divagas en el asiento, asido por ese tenso cinto negro, paseando la mirada sobre líneas blancas que eres incapaz de contar. Al cabo del tiempo esos retazos se tornan algo continuo, con la velocidad, recto en las rectas y curvo en las curvas, pero continuo al fin y al cabo.

 

Tienes sueño y ese sonido monótono te lleva acompañando todo el tiempo a modo de aburrida banda sonora en versión original.

 

Vista el frente, seria, ceñuda y altiva. El sol está en contra y olvidaste las gafas que compraste en un todo a cien hace ya unos años. Rato ha que te cansaste de ojear ese viejo mapa agrietado que comienza a amarillear de la guantera; ese mapa en el que aún hoy se promocionan ventas y mesones que no son ahora sino esqueletos de vidrios rotos, herrumbre y pizarras anticuadas de menús extintos.

 

Cada pequeña cosa que se desliza frente a ti tiene la facultad de despertar algo. Intrínseco, ínfimo, escondido, recóndito y remoto. Un sentimiento. Imbuirte con parte de sus propiedades, y no obstante, muchas veces no nos damos cuenta de que estamos inmóviles, y que es esa línea o esos árboles, o incluso el restaurante, los que desfilan en procesión decorosa de hilera de cirios candentes, que gota a gota marcan con cera sus pasos…

 

Porque las cosas, suceden y se suceden.  

4 comentarios:

  1. He dado de comer a tus peces. Creo que los he empachado.

    :)

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  2. A veces importa más qué sentido tomas antes que la dirección.

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  3. pero cuando has iniciado la marcha en algún sentido, durante el camino, sólo saber en que dirección vas y en que dirección va el resto te hace seguir en el sentido que tomaste.

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